Espectáculos

El alma de Alondra y la magia de Chula, unidas en el escenario

La directora artística y titular de la ORCAM y la payasa mexicana crean un show con la misión de tender puentes entre la música clásica y todos los públicos

Alondra de la Parra (detrás) y Chula The Clown, en un momento del espectáculo, en una foto tomada hace algunos años.
Alondra de la Parra (detrás) y Chula The Clown, en un momento del espectáculo, en una foto tomada hace algunos años.Óscar Turco (Cedida)

Chula The Clown, con su traje amarillo de payasa, se acerca temerosa al concertino y violín solista, Yorrick Troman. Extiende su mano y la vuelve a recoger. Troman la mira. La música sigue sonando, las luces los iluminan. Finalmente: Chula lo toca, lo acaricia.

«The Silence of Sound», el espectáculo creado por Alondra de la Parra, directora artística y titular de la Orquesta y Coro de la Comunidad de Madrid (ORCAM), junto a la artista Gabriela Muñoz (Chula The Clown), se estrenó este viernes en Madrid en los Teatros del Canal. Pero el trabajo comenzó hace casi una década: «La idea surgió hace 9 años. Tenía yo el deseo de hacer un proyecto que acercara la música clásica sinfónica a todos los públicos. Pero no sabía cómo», cuenta de la Parra unos momentos antes de la presentación del evento en la Casa de México en España el pasado martes. Y entonces conoció a Gabriela Muñoz. «La vi en un show y me impactó su carisma, su poesía. Pensé: es la aliada perfecta».

Chula explica que para ella fue «intuitivo». Chula ya había tenido contacto con la música sinfónica pero no en el escenario. «Fue algo muy instintivo también: por supuesto que quiero colaborar y me brindo completamente a tu servicio creativo», dice mirando a de la Parra. En el escenario, Chula se presenta como la unión entre el público y la orquesta: esa que parece tan intocable pero que ella toca y pasa por delante y con la que juegan. En el espectáculo en Madrid la orquesta que ha sido utilizada la ORCAM, ya «una familia» para de la Parra.

El espectáculo se ha enfrentado a numerosos retos y múltiples caídas y retrasos. Se estrenó en México. Pasó por Berlín y Pamplona, y finalmente llegó a Madrid a los Teatros del Canal. «Me siento como que no me la creo por todo el proceso que ha tenido el proyecto y lo mucho que nos ha costado», dijo de la Parra.

En la presentación del espectáculo, de la Parra contó que Chula en algunos momentos le dijo: «¿Y si lo dejamos?». Pero ella le decía: «No, esto tiene que salir». Y se demostró ser algo muy importante para la maestra, esa evidencia de las dificultades, porque lo repitió el pasado viernes al público cuando terminó el espectáculo, que se realizó con el apoyo de la Comunidad de Madrid, la ORCAM, GNP Seguros y los Teatros del Canal. En estos años de trabajo las dos artistas han crecido juntas y el espectáculo ha cambiado con ellas. «Ha sido un proceso muy fluido, de muchísimo amor. Hablando como mujeres de los que nos hace llorar, de los que nos hace reír», contó Chula.

«Sin duda», Chula se siente ese nexo entre la música clásica y todos los públicos. El hecho de que no haya palabras en la interpretación de Chula –ese silencio del título– le da «universalidad». «Le da entrada a que sea muy abierto, accesible e inclusivo. Y se combina perfectamente con habitar en un ecosistema musical». Además, para Chula, el momento de escribirlo fue un proceso de «traducir toda la información y toda la música en visuales y en movimiento».

Y añade: «Cosas que tuvieran sentido para hacerme vibrar, que claramente ya la música y el repertorio lo hace de una manera muy natural, pero era como también darle carne al personaje, darle un cuerpo; que pudiera ver la música y sentirla y olerla y tocarla, y que todo lo sensorial se abriera».

Y de la Parra buscar llega a todos los públicos con un repertorio muy clásico y un abanico de muchas de sus obras favoritas: Debussy, Prokofiev, Sibelius o Brahms.

«La música es para todos y le llega a todos siempre. Más bien lo que ha fallado en el pasado es quizá en el cómo lo presentamos y cómo lo contamos, ¿no? Para invitar a la gente», reflexiona la maestra. Y explica la propuesta: «Es un viaje a través de los ojos de nuestro personaje, que es Gabriela, como de qué es lo que una persona puede soñar, fantasear durante un concierto en el que no hay nada visual, ¿no? Y darles como una variación, una opción de cómo podría volar su imaginación durante un concierto. Esa es la idea».

La duración de la obra (1 hora y 15 minutos sin intermedio), la interacción con el público, los aplausos, la iluminación, las risas que provoca Chula juegan a favor de ese deseo de llegar a la gente no tan acostumbrada a la música clásica. Esto, según explica de la Parra, «se ha logrado». «Cuando hemos hecho esta obra en muchos auditorios distintos, la reacción del público es muy bonito y son públicos súper diversos. Mucha gente que nunca había ido a un concierto sinfónico que dice: “Ahora ya quiere ir, quiero escuchar más de esta música”. Que es el propósito principal».

Este viernes, justo antes de la actuación (también se ofreció este sábado y domingo), Alondra de la Parra publicó una foto en su cuenta de Instagram acompañada de un texto: «En este espectáculo dejé el alma».