Cultura
El Balcón, el escaparate musical de la Calle Pez
Este proyecto espontáneo entre siete amigos se convierte en altavoz cultural para artistas emergentes, vecinos y paseantes del barrio de Malasaña
Una tarde cualquiera, en plena calle Pez, dos amigas decidieron salir a cantar al balcón de su casa. Era una de esas tardes luminosas en las que el barrio parece vibrar con su propio ritmo. Lola y Marina, que comparten un proyecto musical, improvisaron hace ya algo más de año y medio una pequeña actuación desde la barandilla de un tercer piso. Fue algo espontáneo, sin pretensiones. Sin embargo, encendió la chispa de algo mucho más grande. En una calle tan transitada como esa, los peatones comenzaron a detenerse. Miraban hacia arriba, algunos grababan con el móvil, otros simplemente escuchaban. La música flotaba sobre el asfalto. «De repente, la gente se paró a escuchar», recuerda Marina. Fue un momento de conexión inesperada. Poco después, subieron una historia a Instagram y preguntaron si a la gente le gustaría que hiciesen más sesiones desde el balcón. La respuesta fue un sí rotundo.
Aquella chispa inicial se cruzó con otro proyecto que ya existía: Calle Pez, un podcast que Marina y Dani habían lanzado para entrevistar a artistas emergentes. La idea de mezclar formatos surgió con naturalidad. «Juntamos las dos ideas y empezamos a animar a los invitados del pódcast a hacer sesiones en directo, de balcón a balcón», explica Marina a este periódico. Así nació El Balcón, una propuesta cultural y audiovisual que poco a poco ha ido conquistando a artistas, vecinos y curiosos del barrio. El equipo lo conforman siete amigos con perfiles diversos: Marina, Dani, Adri, Eva, Manu, Nacho y Edu. Cada uno aporta su conocimiento profesional y su implicación personal. «Lo guay es que cada uno tiene el expertise de su sector», cuenta Adri. Eva y Manu vienen del cine, lo que garantiza una imagen cuidada; Dani es periodista y se encarga de la comunicación y el contacto con medios; Nacho y Edu, desde el diseño y la producción, apoyan en logística, redes e identidad visual. Y Marina, además de ser una de las anfitrionas, es músico y parte esencial en la selección de artistas. «Defendemos una sociedad horizontal. Nos ayudamos entre todos y eso hace que la creación sea muy orgánica», añade Adri.
La elección de los músicos que participan en El Balcón sigue un criterio claro: que su propuesta artística sea coherente con la línea del proyecto. «Primero nos tiene que gustar lo que hacen, y luego buscamos que también tengan cierto alcance para que el proyecto pueda seguir creciendo», explica Dani. El objetivo a medio plazo es que el formato se autofinancie, con mejores equipos, sonido más cuidado y posibilidad de profesionalizar ciertos aspectos. Pero sin perder el espíritu original: cercanía, barrio, comunidad. Hasta ahora han realizado cuatro sesiones. La primera fue con Nu?, una artista emergente que justo estaba lanzando su primer EP. Aunque aún no tenía una gran audiencia, era muy respetada entre otros músicos. «Fue una muy buena elección», recuerda Marina. Aquella grabación atrajo la atención de artistas que admiraban. De repente, comenzaron a recibir mensajes, likes y solicitudes. «Hay un flujo constante de gente que nos escribe para cantar en el balcón. No está costando mucho convencer a la gente de que venga», dice Dani. Aun así, se lo toman con calma. «La idea ahora es hacer una sesión al mes. Está yendo bastante rápido, pero estamos empezando», añade.
Una parte fundamental del proyecto es la relación con el vecindario. Aunque las sesiones no son conciertos en vivo para el público —el sonido se graba profesionalmente y luego se edita—, los músicos cantan realmente desde el balcón, en acústico. «A veces se escucha un poco en la calle, pero como es agradable y solo dura unos 15 minutos, nadie se queja. Al revés, la gente se para a mirar», cuenta Eva. De hecho, esa interacción espontánea ha generado momentos entrañables. Como aquel día en que un padre y su hijo, vecinos del barrio, intuían que habría grabación y se pasaban cada mañana para ver si daban con la sesión. Finalmente, se colaron en la sesión de Gimena y Azuleja. Estaba lloviendo, pero allí estaban, y acabaron saliendo en el vídeo. El equipo también ha tenido que buscar ángulos nuevos para grabar. La cámara principal se sitúa justo en el edificio de enfrente, y para eso necesitaban la colaboración de un vecino. Así conocieron a Ignacio, a quien no conocían previamente. «Ha sido majísimo y muy generoso. Durante el apagón estuvimos todo el día con él. Está muy implicado con el barrio y ahora es uno más del Balcón», dice Dani. Para ellos, es una muestra de lo que quieren recuperar: la conexión vecinal, el compartir espacios y tiempo más allá de lo digital. «Yo llevo cuatro años viviendo aquí y gracias a esto he conocido a mis vecinos. El día del apagón nos reunimos alrededor de un transistor, la gente se presentó, se dio sus Instagrams…», cuenta Eva. «Todo el mundo piensa que ya solo hay Airbnbs, pero aún quedan vecinos».
A diferencia de otros formatos de live session como Tiny Desk o Gallery Sessions, El Balcón apuesta por la espontaneidad, incluso por el caos. «En otros proyectos todo está muy medido. Aquí lo bonito —y lo que a veces nos da quebraderos de cabeza— es que si llueve, todo cambia: la luz, el sonido…», señala Adri. Pero es precisamente esa imprevisibilidad la que lo hace único. «El artista sube la cesta, golpea, y aunque no sea el plano más bonito del mundo, es el más real», añade. Y eso se ve: una voz que se cuela desde la calle, una señora que saluda desde una ventana, un perro que ladra. Todo forma parte del paisaje sonoro y visual de Malasaña. La organización detrás de cada sesión es compleja pero bien coordinada. Manu se encarga de plantear la propuesta escénica en función del estilo del artista, qué canción traerá, qué instrumentos. Luego viene el rodaje, la producción, el montaje y el sonido. «Nos dividimos todo mucho para que el peso del trabajo no caiga en una sola persona», explica. Si no pueden grabar desde el balcón habitual, buscan alternativas. «La gente es majísima. Cuando les contamos el proyecto están súper abiertos. Les compramos un regalito de agradecimiento y listo», dice Eva. Siempre y cuando el nuevo espacio encaje con la estética de El Balcón, no descartan grabar en otros puntos. Y aunque ya hay ideas de futuro, mantienen una premisa clara: no agobiarse. «El primer objetivo era satisfacer inquietudes creativas, pasarlo bien y crear un escaparate musical. Luego han surgido otras cosas: vida de barrio, conocer a los vecinos, compartir», reflexiona Dani.
El siguiente episodio está previsto para la semana del 12 de mayo. Las artistas invitadas serán Repions, otro nombre en crecimiento dentro de la escena madrileña. Mientras tanto, El Balcón sigue siendo lo que fue desde aquel primer día: un rincón de música suspendido entre dos edificios, sostenido por cuerdas, canciones, y la complicidad de un grupo de amigos que cree que hacer comunidad es también una forma de arte.