
Gastronomía
Bernabéu Market: el nuevo latido gastronómico del estado y de Chamartín
La iniciativa desmonta que lo turístico está reñido con la calidad

El Bernabéu, que hace tiempo dejó de ser solo un estadio para convertirse en un ecosistema emocional con techo retráctil, piel luminosa y vocación de catedral futurista, ha aprendido una verdad universal: si no se puede hacer un concierto, se monta otro espectáculo. Y en Madrid, ningún espectáculo es más eficaz que la gastronomía. En plena efervescencia prenavideña –cuando la ciudad estira el día, la luz y la agenda– suma una pieza más a ese catálogo de experiencias: Bernabéu Market, un territorio de tres mil metros cuadrados consagrados al buen comer, las barras largas y el placer inmediato. A las propuestas ya asentadas en esta galaxia –Arzábal, Plaza Mahou, KO by 99 Sushi Bar, Puerta 57 o el recién inaugurado flagship de Starbucks, el más espectacular de España– se incorpora ahora el proyecto gastro más ambicioso del recinto: un mercado con una veintena de minirestaurantes de primer nivel donde conviven, sin jerarquías ni complejos, lo exquisito, lo castizo y lo inmediato. Un lugar donde es tan legítimo pedirse unas ostras con champagne como una smash burger con patatas. Madrid en estado puro. Bajo la Puerta 54, con entrada directa desde la Plaza de los Sagrados Corazones, Bernabéu Market se despliega como un nuevo distrito gastronómico que invita a pasear, a picotear y a quedarse. Concebido por Amicalia –responsables de Alabaster en Madrid y de proyectos como A Mundiña, Omakase Sushi o Alborada en Galicia– el espacio comparte con el estadio la misma ambición estética: contemporánea, luminosa y seductora, con esa mezcla tan madrileña de sofisticación sin ceremonia. Es un lugar pensado para todos los públicos y todas las horas: desayunar antes de la oficina, tomar una cerveza rápida, alargar un tardeo, zamparse un arroz o improvisar una cena que termina en sobremesa. Es, de algún modo, la prolongación comestible del famoso «Efecto Bernabéu»: ese impulso que hace que uno entre para ver algo y salga queriendo volver. En su interior conviven diecisiete operadores –pronto serán veinte–, cada uno especializado en un producto que no se repite en ningún otro puesto. Y ahí está la magia: se puede almorzar como en Madrid, picotear como en San Sebastián, darse un homenaje gallego o rendirse a un antojo italiano sin recorrer más de veinte pasos. El territorio castizo está bien defendido. Casa Dani, toda una institución en la capital desde 1991, está presente con su célebre tortilla –esa que provoca debates teológicos y colas desde antes de abrir– y otros clásicos infalibles –ensaladilla, pisto, callos, torreznos…– que funcionan igual de bien para el madrileño de paso que para el turista curioso. Justo en frente, Chocolatería 1902, con fabrica propia, sirve su chocolate espeso y sus churros recién hechos, junto a una colección de dulces con guiños futbolísticos. En ese mismo corredor se encuentra Greta La Vinagreta, un pequeño santuario del aperitivo donde brillan gildas impecables, encurtidos punzantes y conservas que huelen a domingo en la capital. Y completando este eje madrileño, Joselito, nombre mayor del ibérico, con loncheados al momento, embutidos y esa capacidad casi milagrosa de convertir una simple tapa en un acto solemne. Si el alma madrileña vertebra el mercado, las cocinas nacionales terminan de darle esa amplitud tan española que mezcla contundencia, memoria y apetito. Ahí está A Feira Pulpería, con su pulpo á feira servido como dictan las mesas de Carballiño y con mariscos que explican, sin discursos, por qué Galicia nunca necesita marketing. Paco Gómez –hombre de oficio, hijo de pulpeiros– cocina con la autoridad tranquila de quien sabe que el producto manda. A pocos metros, Toca Madera, una taberna que llega desde La Laguna (Santa Cruz de Tenerife) ofrece sus croquetas cremosas junto a un surtido de guisos y raciones que reconforta como huevos rotos, albóndigas o carrillera; mientras que Escudellar Arroces y Más reivindica el arroz con D.O. Albufera en su punto exacto, honesto, sin alardes. En ese mismo mapa emocional aparece PerretxiCo, la taberna vasca contemporánea de Josean Merino, conocida por sus pintxos modernos y su cocina de raíces con un punto creativo. Su espacio en el mercado ofrece una selección de sus pintxos premiados como el donut de cocido vasco en dos vuelcos, la tortilla de bacalao guisada al pilpil o la tartaleta de txangurro. Cuando uno sigue avanzando, el mercado revela su vocación cosmopolita, esa que demuestra que en Madrid caben todos los acentos. Ostras Sorlut, maison francesa nacida en 1930, sirve Fine de Claire, Spéciale y líneas exclusivas, además de champagne y caviar. Por su parte, Beata Pasta, la enseña del napolitano Ciro Cristiano, elabora pasta fresca al día, servida al instante con carbonara ortodoxa, boloñesa amable, pesto de pistacho o la inevitable trufa. Cocina italiana sin aspavientos, pero con precisión. Divorare continúa la ruta italiana con sus focaccias de fermentación lenta, rellenos artesanos y combinaciones que hacen del pan un arte serio: stracciatella, embutidos DOP, salsas hechas a diario. Y en esta línea de fine food destacan también Manteca Burgers, con sus burgers tipo smash elaboradas con carne de ternera 100 % nacional y pan brioche de patata, y Kebah!, la enseña que eleva el kebab tradicional mediante ingredientes frescos y procesos artesanales. En representación del buen comer argentino encontramos las empanadas de Malvón y los sándwiches de miga 100% artesanales de Olsen, mientras que la cocina encuentra su voz en Kogumi, una barra de sushi con nigiris y makis preparados al momento, además de elaboraciones calientes a la robata. En este refugio para el gourmet, no podía faltar el vino. The Wine Shop & Cheese es la vinoteca contemporánea donde conviven vinos nacionales e internacionales con una carta viva de quesos artesanos llenos de carácter. Su pieza más reconocible es la cava automática gracias a cuyo sistema rotatorio –tipo noria– permite dispensar más de 200 referencias y mantiene cada botella en condiciones perfectas. Un icono del mercado. La experiencia se completa con las exquisitas flores de queso de Santiago Mohedano, finísimas láminas moldeadas como una flor y servidas en cucurucho, y un broche dulce: la tarta de queso de Carlos Sierra, premiada como la mejor de Madrid en 2021 y 2023. Bernabéu Market llega, en definitiva, para desmontar un viejo tópico madrileño: ese que dice que lo turístico está reñido con la calidad. Aquí ocurre justo lo contrario. Este mercado nace pensado para el visitante, sí, pero construido para seducir al madrileño, que es siempre el juez más severo. Si consigue que Chamartín meriende mejor, que los oficinistas encuentren refugio al mediodía y que el aficionado vuelva incluso cuando no hay partido, habrá que admitir que el estadio ha logrado algo que parecía impensable: resucitar –y actualizar– la fórmula del mercado gastronómico en una ciudad que creía haberlo visto todo. Aquí, al menos por ahora, Madrid vuelve a sentir hambre.
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