Ya te llamo yo
(Casi) todo es machismo
El machismo, hasta donde entiendo, fluctúa. No depende tanto de una actitud hacia las mujeres, así a bulto, sino de una actitud hacia las mujeres que tienen determinada ideología
Decir que Francina Armengol presidió la mesa vestida como si estuviese pidiendo un gintonic en una terraza en Magaluf es machismo. Y también lo es decir que Ángela Rodriguez (Pam) es gorda. Decir que Irene Montero carece de preparación y experiencia para desempeñar su puesto es machismo. Y, si hablamos de la afición de Yolanda Díaz por la peluquería, también. Todo es machismo. La realidad es machista. Porque Francina Armengol iba vestida como una mamarracha y de manera inadecuada, Ángela Rodríguez es gorda, Irene Montero es una inoperante y a Yolanda Díaz le flipa ir a hacerse mechas y ondas. Así que la realidad, concluyo, es machista. De manera obstinada. Sin embargo no es machismo que Joan Baldoví se encare de malas formas con Ana Vega. Ni que llamen tránsfoba a Lucía Etxebarría y le interpongan una denuncia, incluso. Ni increpar e intimidar a una embarazadísima Begoña Villacís. O insultar y tratar de impedir que hable a Isabel Díaz Ayuso. El machismo, hasta donde entiendo, fluctúa. No depende tanto de una actitud hacia las mujeres, así a bulto, sino de una actitud hacia las mujeres que tienen determinada ideología. A bulto también. Si eres de izquierdas, todo lo que va del leve incomodo a la más abyecta de las agresiones, se debe al machismo. El más mínimo incidente lo es. Pero si eres de derechas, no hay machismo que valga. Te lo has buscado, lo has provocado, te lo mereces. Por algo habrá sido. Eres inmune. Creo, pues, deduzco, que es mucho más eficaz ser de derechas, si eres mujer, como arma contra el machismo que los puntos violetas. Que todas las políticas del Ministerio de Igualdad. Si todas las mujeres fuesen de derechas el machismo se acabaría ahora mismo. Yo ahí lo dejo. Piénsenlo. En nuestra mano está acabar con esa lacra.
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