Fiestas
David Summers da el pregón de San Isidro con dedicatoria madridista
El líder de Hombres G estuvo acompañado por el alcalde en el balcón de la Casa de la Villa
«Venecia», «El ataque de las chicas cocodrilo» y «Suéltate el pelo», entre otras, sonaron en la tarde de ayer con fuerza en la Casa de la Villa. Su autor, uno de los pocos «madrileños de Madrid», como le definió José Luis Martínez-Almeida: David Summers. El líder de Hombres G fue el encargado de dar la bienvenida a este San Isidro 2024. No será el último homenaje al artista, que será distinguido, como el resto de su emblemática banda, con la Medalla de Madrid el próximo miércoles 15, día del patrón.
Presentado por el alcalde, Summers aprovechó la ocasión para declarar su deuda «con la mejor y la más hermosa ciudad del mundo». No sin antes recordar, precedido por un «lo siento alcalde», que el Real Madrid es el «flamante finalista de la Champions», además de ser el «mejor equipo del mundo». «¡Que le corten el micrófono!», bromeó el regidor, colchonero declarado. «En Madrid, como en el Bernabéu, la tierra se vuelve plana, como decía mi amigo Ray Loriga», dijo Summers.
El cantante hizo un repaso, más que a su trayectoria, a lo que ha supuesto Madrid a su carrera, tras «más de cuarenta años cantando desde el paseo de Extremadura hasta la avenida de Baviera. Una ciudad que «ha dado forma y sentido a mi vida. Cada noche, en cada rincón, hicimos una canción para Madrid, la ciudad en la que pasa todo».
Para Summers, Madrid ha pasado de ser, en aquellos «felices ochenta», el «destino de todas las partes de España», a ser hoy «el destino de todos los que hablan español». Y es que, cada vez que ha actuado en Iberoamérica, siempre le terminan preguntando por la ciudad. «Es un orgullo que, cada vez que estamos fuera, nos pregunten si somos de Madrid».
Para finalizar, el cantante expresó un deseo: que la ciudad «siempre sea así, que nada ni nadie lo impida jamás». «Por eso, siempre, esté donde esté, será mi hogar, al que siempre querré llegar. No se puede entender la historia de los hombres G sin Madrid, pero tampoco la mía», concluyó, no sin antes gritar un «¡Hala Madrid!»
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