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Fuenlabrada: donde el arte urbano se convierte en patrimonio cultural

LA RAZÓN visita el municipio que ha apostado por el muralismo para reformar fachadas y hacer comunidad

Exposici—n de Street Art al aire libre de Fuenlabrada MAUF
Exposici—n de Street Art al aire libre de Fuenlabrada MAUF. David JarDavid JarFotógrafos

Enclavada en el sureste de la Comunidad de Madrid, Fuenlabrada se consolida como epicentro del arte urbano, una expresión que ha ido desarrollándose junto a otros territorios como Torrejón o Coslada. Estos lugares han brindado una gran oportunidad tanto para los artistas como para los vecinos, creando espacios de referencia que dan vida a imágenes callejeras en constante evolución. El respeto mutuo entre la comunidad y los artistas es palpable en cada rincón de la ciudad, donde el arte se ha convertido en un medio de enriquecimiento individual y colectivo. «El objetivo es embellecer la ciudad», pronuncia Juan Carlos Moya, responsable de Artes Plásticas y Visuales en el Ayuntamiento de Fuenlabrada.

La expresión del MAUF

Tal y como explica Juan Carlos, la causa de esta revolución artística surge en el Centro de Arte Tomás y Valiente (CEART), «un reflejo del compromiso del Ayuntamiento de Fuenlabrada con la cultura como una herramienta para despertar la sensibilidad y curiosidad de sus habitantes». Desde su apertura, el CEART ha sido testigo del trabajo y las horas que han prestado a la ciudad artistas de renombre internacional, como Tàpies, Palazuelo, Ouka Lele e Isabel Muñoz, entre otros.

Y desde el seno del CEART nació el Museo de Arte Urbano de Fuenlabrada, conocido como MAUF. Este centro no solo embellece las calles, plazas y espacios públicos, sino que también transforma la ciudad en un espacio de creación, discusión y debate: «Los murales crean convivencia y unen a la comunidad, democratizando el arte y convirtiéndolo en un motor de transformación social». Juan Carlos recuerda «La guerra de los estilos», el libro que se convirtió en la biblia para los artistas callejeros; y menciona a Henry Chalfant por haber influido en varias generaciones de escritores de graffiti en España: «Aprovechando su estancia en Madrid, Henry visitó CEART de Fuenlabrada y dedicó su obra al artista SUSO33, compartiendo su ideario, su conocimiento de la cultura Hip Hop, y su forma de concebir la fotografía como antropología social». La inauguración de esta exposición fue memorable, ya que los artistas entraron con linternas en trenes a tamaño real, permitiendo a los espectadores sentir la misma emoción que los grafiteros de los años ochenta al pintar trenes. El MAUF no solo ha dejado huella en Fuenlabrada, sino que su impacto se ha extendido hasta Nueva York, donde el museo del Bronx solicitó que cruzase el charco y con ello, su visita a la ciudad que nunca duerme. Esta fue la primera vez que Henry Chalfan, el destacado artista urbano, tuvo una exposición en su honor que nunca antes se había hecho.

El MAUF ha pasado a ser un movimiento respetado en todo el mundo, y su proceso de selección de murales por parte del Ayuntamiento de Fuenlabrada se basa no solo en la técnica, sino también en la emoción y el mensaje que cada obra aporta. Una de las diferencias más notables del MAUF en comparación con otros museos es su enfoque en la conservación. En Fuenlabrada, compran las obras de los artistas y las preservan, convirtiéndolas en patrimonio de la ciudad. A diferencia de los murales efímeros, estas obras están destinadas a perdurar en el tiempo. La conservación de las obras en el MAUF es un proceso meticuloso a nivel mundial. Cada mural se protege con barniz para resistir al paso del tiempo y los agentes externos. El compromiso mínimo de conservación es de 10 años, aunque el objetivo es que estas obras perduren para siempre. «Los dueños y especialistas en arte urbano se encargan de su cuidado desde el boceto original, garantizando que la esencia de cada obra se mantenga intacta», explica Juan Carlos.

En Fuenlabrada, más de 20 murales forman parte del MAUF y se dispersan por toda la ciudad. Cada uno de ellos tiene un mensaje y una explicación, y para facilitar la comprensión, todos cuentan con un código QR que permite a los ciudadanos decidir cuándo y cómo realizar la visita. No obstante, todos los últimos domingos de cada mes se oferta el plan de realizar una visita gratuita, prolongada en dos kilómetros, con un guía y experto en la materia. Hasta el momento, el proyecto ha sido recibido con los brazos abiertos con alrededor de 30 personas visitando el MAUF cada domingo. «Ahora son los vecinos quienes nos piden un mural en sus fachadas», añade Juan Carlos. Y, además, subraya que «la cultura es una inversión, no un gasto». La creencia de que el arte debe estar al alcance de todos ha dado forma a la idiosincrasia y la personalidad de Fuenlabrada, centrada en la diversidad, igualdad e integración. «Aquí se destinan más del 30% de sus fondos a la cultura y la educación. El arte no se limita a los museos; se lleva a las calles para que todos los ciudadanos puedan disfrutarlo. Si no puedes ir al Prado, te traemos el arte a las calles».

Los murales

Las pinturas quedan expuestas en edificios públicos y privados, habiendo un previo diálogo y contrato con los propietarios. «Es muy bonito escuchar a los vecinos decir que sienten orgullo de pertenencia. Resulta curioso cómo se ha reconvertido el concepto de algo denostado, acusado de estar lleno de vándalos, a que ahora genere admiración», dice Juan Carlos. En la visita podrán encontrarse con el primer mural que Okuda realizó después de la pandemia, a SUSO33 o al argentino Felipe Pantone; el homenaje que se hace a mujeres, incluyendo iconos desconocidos en la historia de nuestro país de Den XL (Eva Mena): «No pueden borrarnos»; la gigantesca cigüeña de Settled, que recuerda el regreso de las cigüeñas a la ciudad; o el impresionante mural surrealista que Dulk plantó en el número 42 de la calle Luis Sauquillo. El caso de «Energía sostenible», de J.M. Brea (muralista y diseñador gráfico), fue elegido como uno de los 100 mejores graffitis del mundo. Se trata de una crítica a través de una ardilla gigante se alimenta de bombillas, toda una declaración de intenciones a causa del cambio climático y el peligro de extinción que sufren muchos animales del planeta. Y como dice Juan Carlos: «Todo confluye y, aporta y cabe». Claro ejemplo de ello es el mural de 360 grados que artistas locales pactaron para reconstruir la fachada de un edificio. En él se aprecian las cuatro estaciones, en los balcones tiende la ropa de los residentes cuyos nombres firman las propias paredes, construyendo eso de lo que se viene hablando tras la visita: el orgullo de pertenencia.