Educación

Madres de Día: cuando el hogar se convierte en escuela

Una nueva forma de educar a los más pequeños se abre paso en Madrid, donde profesionales han adaptado sus casas para ofrecer una alternativa a las guarderías tradicionales

Leticia acaba de arrancar con su proyecto de Madre de Día en Galapagar
Leticia acaba de arrancar con su proyecto de Madre de Día en GalapagarCedida

En un tranquilo barrio de Galapagar, la puerta del antiguo garaje de una vivienda unifamiliar se abre a un espacio que parece sacado de un cuento. Estanterías bajas de madera, juguetes sencillos, luz natural, plantas, cojines, una mesa diminuta con platos de colores suaves. Aquí no hay prisas ni ruido. En «Luna Creciente», el proyecto que Leticia ha puesto en marcha el pasado mes de septiembre, cada objeto tiene una intención: ofrecer a los niños de entre 0 y 3 años un entorno tranquilo, respetuoso y seguro donde crecer a su ritmo. Leticia es mamá de día, una profesión aún poco conocida en España pero con larga trayectoria en países como Alemania, Francia o Reino Unido. «En Alemania llevan más de 40 años con este modelo. En España empezó en 2004, pero hasta 2015 no se reguló en Madrid y Navarra. En el resto de comunidades sigue siendo una figura alegal», explica a este periódico. Ella forma parte de la Asociación de Madres de Día de Madrid, que agrupa a una veintena de profesionales y lucha por una mayor visibilidad y reconocimiento.

Las madres de día —también hay padres, aunque menos— son profesionales tituladas en áreas como educación infantil, psicología o pedagogía que cuidan y acompañan a un máximo de cuatro niños en su propio hogar, adaptado para ello. En Madrid están inscritas en la Consejería de Familia, Juventud y Asuntos Sociales, que realiza inspecciones anuales para verificar la seguridad del espacio, la titulación, el proyecto educativo y la alimentación. «Lo que ofrecemos es una educación y atención completamente personalizadas», explica Leticia. «Trabajamos con pedagogías respetuosas, basadas en el juego libre, el respeto a los ritmos del niño y el contacto diario con la naturaleza. Salimos al parque todos los días, aunque llueva o nieve. El aire libre es fundamental».

Leticia estudió Psicología Educativa y durante años trabajó en formación y animación infantil. «Cuando nació mi hija, hace once años, descubrí este modelo y me fascinó. No podía conciliar con mi trabajo, y pensé: esto es lo que quiero hacer de verdad. Acompañar la primera infancia, que es la base del desarrollo humano. Este año por fin he podido hacerlo realidad». Su casa es ahora también su lugar de trabajo. «He tenido la suerte de poder transformar el garaje en una sala preciosa. Tiene baño propio, ventilación y acceso al jardín. Es su casa. Si quieren cocinar conmigo o leer en el salón, pueden hacerlo. No se trata de una mini escuela, sino de un hogar donde se sienten seguros». Aunque el concepto aún se conoce poco, cada vez más familias se interesan por esta opción.

Otra madre que lleva a su hijo de 14 meses a otro proyecto de madre de día en Mejorada del Campo explica que «vivir fuera de España me abrió los ojos. En Suecia o Reino Unido las ratios son de cuatro o seis niños por educador. Cuando supe que aquí una profesora puede tener a cargo 12 o 18 bebés, me pareció una barbaridad», cuenta. Buscaba algo intermedio entre una niñera y una escuela infantil: «Quería alguien profesional, que cuidara y también educara. En una casa, con pocos niños, donde mi hijo estuviera atendido de verdad. La experiencia ha sido maravillosa. No se ha puesto malo desde que empezó, algo impensable en una guardería. Además, la flexibilidad horaria me permite conciliar mejor: puedo llevarle a las ocho o a las once, según la noche que hayamos pasado. Eso no tiene precio». La alimentación es otro pilar. En muchos proyectos, las madres de día cocinan en casa con menús revisados por nutricionistas o aceptan que las familias aporten su propia comida. «Queremos que las familias sientan que sus hijos están cuidados como en casa, con el mismo cariño y atención», resume Leticia.

La gran barrera, coinciden las profesionales, es el desconocimiento y la falta de ayudas públicas. El coste mensual suele ser similar al de una escuela infantil privada, pero las familias no pueden beneficiarse del cheque guardería, ya que las madres de día dependen de la Consejería de Familia y no de la de Educación. «Esa es una de nuestras principales luchas. No somos cuidadoras sin más, somos educadoras formadas, con proyectos pedagógicos sólidos», reivindica Leticia. Desde las asociaciones piden una regulación estatal que reconozca la figura en todo el territorio y garantice derechos y estándares comunes. «Madrid fue pionera, y Navarra la siguió. Pero en comunidades como Andalucía, Castilla y León o Galicia sigue sin marco legal. Eso genera inseguridad, tanto para las familias como para las profesionales», explica. A pesar de los obstáculos, el modelo no deja de crecer. «En Madrid ya somos unas 25 madres de día registradas, y cada año se abren nuevas. La demanda aumenta porque las familias buscan una crianza más consciente, más humana. Muchas llegan por el boca a boca», añade Leticia.

En países europeos como Alemania, las «Tagesmütter» (madres de día) forman parte del sistema educativo desde hace décadas y son subvencionadas por los ayuntamientos. En Francia, el modelo está reconocido dentro de la educación infantil y ofrece cobertura pública. En Suecia o Reino Unido, las ratios pequeñas y los espacios familiares son la norma. En España, sin embargo, el debate apenas comienza. «Nosotras no venimos a sustituir a las escuelas infantiles, sino a ofrecer una alternativa complementaria», explica Leticia. «Hay familias que prefieren un entorno más grande, y otras que necesitan algo más íntimo, con una figura de referencia estable y afectiva». El límite de cuatro niños por casa, lejos de ser un inconveniente, es la esencia del proyecto. «Con pocos niños puedes observar, escuchar y acompañar de verdad. Sabes qué le gusta a cada uno, cuándo está cansado o cuándo necesita explorar. Se crea un vínculo muy bonito», asegura Leticia. Esa cercanía es la que la madre de Mejorada valora más. «Mi hijo no solo está feliz, también avanza muchísimo. Su madre de día le ayuda con el lenguaje, con la motricidad, con los hábitos… Es una profesional, no una cuidadora. Y lo hace desde el cariño. Para mí, eso es oro».

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