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Restauración

Manos jóvenes para un altar del siglo XVII: así se renueva la iglesia de Nuevo Baztán

El retablo de la iglesia de San Francisco Javier del municipio de Nuevo Baztán, construido entre 1720 y 1723, está siendo restaurado por tres jóvenes que aplican técnicas clásicas y digitales

El polvo, las telarañas, y pequeños insectos se habían apoderado del retablo de la iglesia de San Francisco Javier de Nuevo Baztán. Algunos elementos ubicados en el altar que representa a este santo también se habían desprendido. Por eso el párroco del templo, Fidel Herrero, propuso su restauración, que ha asumido la parroquia previa autorización de Patrimonio Nacional. Los conservadores de este Bien de Interés Cultural construido en el siglo XVIII son tres jóvenes de 28 y 23 años: Paula Bauzá (Alicante, 1996), Álvaro Sarmiento (Guadalajara, 1997) y Lucía Contreras (Alicante, 2001).

El calor aprieta en Nuevo Baztán, el municipio de unos 7.000 habitantes ubicado a 50 kilómetros al este de Madrid. Bauzá y Contreras llegan todas las mañanas sobre las seis a la iglesia para adelantarse a las altas temperaturas. También para aprovechar el tiempo: son de Alicante y se desplazan todas las semanas de lunes a jueves. Los tres, que trabajan para Julián del Olmo, empresa de restauración que se encarga de la obra, ya tienen hasta su bar de confianza en el pueblo, pero no les durará mucho. Comenzaron hace un mes y tienen previsto terminar a mediados de julio.

La iglesia de San Francisco Javier forma parte del conjunto histórico de Nuevo Baztán, concebido a finales del siglo XVII por Juan de Goyeneche, ministro de Carlos II y Felipe V, como una población de nueva planta para acoger tanto su palacio como una iglesia y un entramado de fábricas artesanales. El edificio religioso fue declarado Bien de Interés Cultural en el año 2000 junto al palacio anejo. El retablo mayor está dedicado al santo jesuita San Francisco Javier.

Lo construyó José Benito de Churriguera, arquitecto del conjunto, aunque el estilo no encaja del todo con el barroco por el que es conocido. «Este retablo no representa lo ‘churrigueresco’ que conocemos como tal. Es arquitectura de transición entre el barroco de él hacia el neoclásico», explica Yunquera. La figura central del altar representa a San Francisco Javier con vestimentas misioneras, aunque «recuerdan más a las indias occidentales que a las orientales», donde predicó el santo.

La propuesta de restaurar el retablo surgió en 2023, tras la rehabilitación del interior del templo realizada entre agosto y octubre, con motivo del tricentenario de Nuevo Baztán. «Vimos todos que lo único que faltaba por limpiar y retocar para que estuviese acorde con todo el entorno era el retablo mayor, que es la obra más importante», cuenta el párroco Fidel Herrero. La parroquia asumió el coste con la ayuda de una fundación vinculada a vecinos históricos del pueblo. Tras meses de espera para obtener la autorización de la Dirección General de Patrimonio, las obras comenzaron a finales de mayo de 2025.

El proceso arranca con una limpieza en seco: retirada de polvo, telarañas y residuos acumulados. «Se encontraron restos de velas originales, de cuando montaron el retablo, que chorrearon. Y se dejan como testigo», revela Bauzá, que añade: «No se eliminan porque, aunque sea como una patología, sigue siendo historia». Luego llega la limpieza en húmedo: una intervención química con disolventes, tensioactivos y jabones. «Cuando observas una obra, lo ideal es hacerlo en conjunto y comprenderlo, en lugar de analizar cada una de las partes», señala Bauzá. «Está todo integrado y no creas un falso histórico porque no estás imitando el original ni intentas aparentar lo que no es».

El siguiente paso es la reintegración volumétrica: recomponer las partes faltantes sin falsear el conjunto. Que resumiendo es: «Si le falta un dedo, se le pone un dedo», dice Yunquera.. Para ello, el equipo está empleando materiales reversibles y técnicas innovadoras como la impresión 3D. «Se ha escaneado el santo principal y se imprimen elementos digitalizados del retablo». Cuando no se conoce la forma original, se opta por formas neutras: «El volumen está, pero no inventamos». Por último, se hace un a reintegración cromática usan la técnica del estarcido –consiste en tirar hacia atrás los pelillos del pincel para que la pintura salga despedida de forma aleatoria de tal manera que se consiga un acabado más natural– y el puntillismo.

A pesar del cansancio, hay satisfacción. «Las horas pasan muy deprisa. No es lo mismo que un trabajo repetitivo. Ves el final», explica Bauzá.

Sarmiento lo ve como una forma de encuentro: «Esto me relaja. Te pasas tantas horas que al final memorizas. Estás en conexión con la obra, la vas conociendo. Cada uno ha dejado su huella». Su visión del oficio va más allá del resultado visible: «La parte del buen restaurador no es solo tratarlo y dejarlo bien. Es pensar que antes ha estado otro y tú tienes que asegurar esa permanencia de todos esos testigos que han quedado en el tiempo». Además, también les llena, según dice Bauzá, el hecho de estar es patrimonio:«te implicas en el arte y ofreces soluciones. Nos ponemos manos a la obras por el patrimonio. Es satisfactorio saber que va a perdurar en el tiempo».

La vocación marca la diferencia. «Cuando uno estudia, tiene dos tipos de vocaciones: el que quiere irse al Thyssen. Y el otro es el trabajo de campo, que yo siempre he tenido claro: estar en una cúpula, en un taller rescatando una escultura del XVII de un pueblo perdido, chiquitito», afirma Sarmiento. Aunque Bauzá cree que «todo es importante. Y no es incompatible, se pueden compatibilizar».

Desde la comunidad, la expectativa es alta. «Estamos contentos, expectantes, ilusionados con que el interior del templo tenga el acabado que merece. No deja de ser un lugar emblemático. Uno de los pueblos más bonitos de la Comunidad», subraya el párroco.

«El restaurador y conservador no debe dejar huella. Eso es de lo que pecan muchos arquitectos cuando restauran: intenta dejar huella de su estilo. El restaurador es el oficio más ingrato de todos. En el peor de los casos te dirán que has destrozado la obra y en el mejor no notarán que la has tocado», reflexiona Sarmiento.