Más Madrid

Radiografía de Mónica García: un discurso fresco y joven, lastrado por el relato personal

Se juega la Presidencia y el liderazgo de la izquierda en Vallecas, con el voto más urbano y verde como principales activos

Puntos fuertes y débiles de Mónica García
Puntos fuertes y débiles de Mónica GarcíaTania NietoLA RAZÓN

Una fuerza política emergente, frente a fórmulas «tradicionales» de la izquierda, como el PSOE... que cada día es menos novedad y más forma parte del abanico político convencional. Su presencia durante todo este tiempo en la Asamblea de Madrid, donde ha ejercido de principal partido de la oposición, han convertido a Mónica García y su formación en un referente de la izquierda, con su personal forma de entender la pugna política y, también, el «barro del debate», en agrios enfrentamientos con la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso.

Ahora, ante los próximos comicios, intenta enterrar la polémica de su reciente escándalo a cuenta del bono energético. Algo que le valió críticas dentro de su propia formación e inoculó confusión en su discurso de campaña. A lomos de ese escándalo ha ascendido puestos el «otro líder» de la izquierda, el socialista Juan Lobato, que pugna por arrebatarle el puesto de cabeza de la oposición en la Comunidad de Madrid. Mónica García, asegura, plantará batalla. En este sentido, la candidata de Más Madrid a la Presidencia de la la región repite a todo aquel que quiera oírla que su formación «no tiene techo» y es «la única alternativa» en el Ayuntamiento de la capital y la Comunidad de Madrid. Todo en un intento de redoblar apuestas y echar una mano a su candidata al Consistorio, Rita Maestre.

Sobre esta pugna política, Juan Carlos Jiménez Redondo, catedrático de Historia del Pensamiento y de los Movimientos Sociales de la Universidad San Pablo CEU y experto analista político, afirma a LA RAZÓN que Mónica García «es la historia de un liderazgo menguante. En realidad, la frescura del discurso y la conexión con ese votante de izquierdas urbano, cosmopolita, atraído por el ecologismo y la idea de transformación que le aupó hace dos años parece hoy muy disminuida». Jiménez Redondo va un paso más allá y aventura que «tanto que parece en serias dificultades para conservar esa segunda posición. El caso del bono social fue mucho más importante de lo que parece, porque revelaba esa contradicción inherente a un discurso de izquierdas centrado en los desfavorecidos y de denuncia de la maldad intrínseca de los “egoístas” de la derecha, pero realizado por personas altamente pudientes que, encima, se aprovechan de las prestaciones del Estado del Bienestar más centradas en ayudar a los que menos tienen».

El catedrático de Historia del Pensamiento y de los Movimientos Sociales de la Universidad San Pablo CEU, con todo, afirma que «su punto fuerte sigue siendo su capacidad para poder sustituir al PSOE entre los votantes más jóvenes, y en aquellos más definidos por valores posmateriales, es decir, de calidad de vida, ecologismo, nuevo urbanismo, etc.; que por valores materiales apegados a necesidades de vida más inmediatas». De ahí que, asegura, «su gran error es persistir en un discurso de privatizaciones y de abandono de los servicios públicos que, aunque pueda compartirse en algunos casos, no se percibe como algo propio de Madrid o consecuencia de la gestión de Ayuso, por lo que no genera adhesiones, pues se percibe como irreal y exagerado. Además, ha añadido algunos elementos inconcretos y altamente confusos como fue el lanzamiento de la campaña Madrid, ciudad de 15 minutos. O algunas propuestas que siempre se han rechazado en Madrid como la tasa turística».

En definitiva, sentencia Jiménez Redondo, «es llamativo cómo una candidata que dice querer hablar solo de Madrid, Madrid, Madrid... conoce solamente a una parte de la población de la Comunidad. Su proyecto podría triunfar si fuera capaz no solo de movilizar a los suyos, sino esencialmente, de desmovilizar al votante de derechas. Si opta por el enfrentamiento y la polarización, su apuesta será siempre perdedora».

Por su parte, Pablo Martín Díez, director académico de la Institución Educativa de Análisis, Liderazgo, Estudios Políticos y Humanismo (ALEPH), apunta que «Mónica García cuenta con la fortaleza de ser reconocida como la alternativa a Isabel Díaz Ayuso. Durante estos dos años ha ejercido como líder de la oposición y ha tratado de mantener un duelo personal con la presidenta de la Comunidad de Madrid, especialmente con relación a la Sanidad para así tratar de potenciar su perfil de médica». Sin embargo, Martín Díaz recoge el punto que tantos también han destacado, al insistir en que «recientemente ha sufrido un importante revés, ya que se ha producido una disonancia entre su relato personal y sus actuaciones: pidió la dimisión del vicepresidente de la Comunidad de Madrid, Enrique Ossorio, por cobrar el bono social térmico cuando su marido hacía exactamente lo mismo. Esta quiebra entre el storytelling y el storydoing suele afectar con contundencia a los candidatos de izquierda, como ya se vio tras la polémica de Pablo Iglesias y su casa de Galapagar».

Por último, para Manuel Mostaza, responsable global de Asuntos Públicos en Atrevia, «no parece haber terminado de consolidar el sorpasso al PSOE en Madrid, y Juan Lobato, el candidato del PSOE, es un adversario que juega en su terreno en cuando a juventud y discurso amable y a moderno. En su contra, las polémicas que ha habido últimamente no le benefician». Mónica García, en resumen, afronta el 28 de mayo con demasiados lastres. Ha perdido el brillo de los recién llegados y la frescura de su discurso. Ahora su relato se parece demasiado al del PSOE de Lobato y su repetida «ejemplaridad», tantas vece aireada, aparece manchada. El liderazgo de la oposición, su liderazgo, no aparece tan claro.