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Perros

Los perros hambrientos, un peligro por el confinamiento ante el coronavirus

La falta de restos de comida en las calles con bares y restaurantes cerrados provoca conductas agresivas en los animales callejeros

Un perro callejero en las calles del barrio asiático de Beycoz en Estambul
Un perro callejero en las calles del barrio asiático de Beycoz en EstambulEmer Iglesias

El confinamiento decretado en la mayoría de países europeos para la población por el coronavirus ha dejado en una situación muy complicada a los miles de perros que viven en las calles. Restaurantes y bares cerrados, parques vacíos, voluntarios desaparecidos, donaciones inexistentes... el hambre acecha a los animales y los vuelve agresivos.

En Turquía, donde hay unos 100.000 perros callejeros por la ciudad del Bósforo, casi todos de tamaño grande, que conviven entre los 15 millones de habitantes de la antigua Constantinopla, los animales vagabundos están protegidos por ley y las autoridades distribuyen desde antes del confinamiento cada día una tonelada de comida tanto para ellos como para los gatos.

Tras las medidas adoptadas por el coronavirus, los trabajadores del servicio veterinario del Ayuntamiento de Estambul tienen permisos especiales para realizar su trabajo. En este país desde 2009 una ley dictada por el Gobierno turco protege a los perros callejeros y castiga a quien les haga daño o les retire la comida.

“Incluso antes de este coronavirus, como municipio de Estambul, nos ocupábamos de los animales callejeros, y continuamos nuestro trabajo bajo todas sus formas, dando alimentos, consultas y vacunas y procediendo a esterilizaciones, afirma Tayfun Koo, un trabajador del servicio veterinario de Estambul.

Aunque los trabajadores municipales se encargan de los perros, existe el riesgo de que entre un número tan elevado de ellos algunos estén hambrientos ante la ausencia de población o bares y restaurantes abiertos de donde siempre rascaban comida.

En la vecina Grecia, donde también hay un gran volumen de caninos deambulando, hace unos días un joven que se saltó la cuarentena y fue a correr a un parque clausurado por el coronavirus sufrió el ataque de una jauría de perros hambrientos y acabó grave ingresado en el hospital.

Al pie de la Acrópolis, decenas de gatos callejeros se abalanzan sobre las croquetas arrojadas por un voluntario en las avenidas desiertas de Atenas. Los animales errantes sufren hambre y olvido desde que la población vive confinada por la pandemia.

Desde el comienzo del confinamiento "nos hemos visto sobrecargados de trabajo", explica Eleni Kefalopoulou, una voluntaria de la organización griega Nine Lives.

Para muchos vagabundos de cuatro patas, casi omnipresentes en Grecia, las restricciones impuestas por la epidemia de coronavirus significan una sentencia de muerte.

En cuanto a los perros, “durante el confinamiento, nos aseguramos de que tengan suficiente para comer para que no se vuelvan agresivos”, declara Serafina Avramidou, concejala de Atenas para la protección de los animales.

Por la ciudad se han instalado distribuidores de croquetas para alimentar “regularmente” a perros y gatos, agrega la concejala, que ha firmado más de 350 permisos de circulación para los voluntarios.

Además, las autoridades griegas han creado una plataforma en línea para recoger donaciones de alimentos y propuestas de servicios veterinarios.

En otras partes de Europa, las autoridades están empezando a tomar conciencia de la situación de los animales vagabundos, aunque las medidas son tenues o inexistentes.

En los Balcanes, ante la falta de medios de los ayuntamientos, la ayuda a los animales callejeros es una utopía.

En Serbia, donde los perros vagabundos no son responsabilidad del Estado, son los habitantes quienes los ayudan y ahora, ante el confinamiento, la situación es complicada.

También es difícil en Albania, donde “Las medidas adoptadas para las personas son de hecho una sentencia de muerte para los perros y gatos”, según Indrit Osmani, que dirige la organización de voluntarios Animal Rescue.

Un perro callejero de Bulgaria deambula por las calles de Sofía
Un perro callejero de Bulgaria deambula por las calles de SofíaEmer Iglesias

En Bulgaria un programa del Gobierno tiene por objetivo controlar los perros vagabundos del país para evitar que se sigan reproduciendo en sus calles. Desde marzo ya han sido identificados más de 5.000 canes y devueltos a su medio de vida, pero en una situación muy diferente: castrados, marcados, desparasitados, vacunados contra la rabia y con su pasaporte en regla. Según los datos facilitados por el Gobierno búlgaro, el año pasado se detectaron más de 23.000 perros deambulando por los diferentes pueblos del país. Aunque desde 2008, la Ley de Protección Animal en Bulgaria prohibió el sacrificio y recomendó la castración como método de control para las poblaciones de perros callejeros, muchos municipios no cuentan con los recursos para llevar a cabo actividades de esterilización de estos animales y la situación seguía prácticamente igual.

Ahora con la crisis sanitaria las clínicas veterinarias de Bulgaria han lanzado una campaña de información, después de constatar un creciente abandono de mascotas por parte de propietarios preocupados de que sus gatos o perros les transmitieran el coronavirus y han solicitado al Gobierno que se haga cargo de los perros callejeros, que por el momento ya dan problemas de agresividad al ser acechados por el hambre.

En Macedonia del Norte, las ONG piden a la población que dejen comida en las calles para unos 10.000 perros callejeros.

En Croacia, unos cuarenta refugios de animales, cerrados a los visitantes, imploran a los ciudadanos que no abandonen a sus mascotas.

En Beirut, las organizaciones de derechos de los animales han advertido de un aumento de los casos de envenenamiento y abandono que “al menos se ha triplicado en las últimas semanas debido al pánico causado por la COVID-19”, según la oenegé BETA (Beirut for the Ethical treatement of Animals).