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COP-27

«La crisis climática también es una crisis de derechos de niñas y niños»

Para Plan International, la COP-27 es un momento clave para defender a la infancia «porque la emergencia climática ya no es simplemente una crisis ambiental, sino una cuestión de derechos humanos»

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Julia López en la COP-27 de Sharm el-Sheij (Egipto)Youth For Change

Julia López es la responsable de incidencia política e investigación de Plan International, una organización con 85 años de historia que trabaja por los derechos de la infancia y la igualdad de las niñas y jóvenes en más de 75 países. Estudió periodismo y, desde 2020, forma parte de la junta directiva de la Plataforma de Organizaciones de Infancia. Como responsable de la influencia de Plan International en España, trabaja «para apoyar los esfuerzos globales de la organización para que todas las niñas, adolescentes y jóvenes puedan aprender, liderar, decidir y prosperar en un mundo más justo».

¿Qué conclusiones saca Plan International de la COP-27 celebrada en Egipto?

A unos días del final de la COP-27, y con las negociaciones atascadas, desde Plan International instamos a los Estados a llegar a acuerdos con acciones urgentes y ambiciosas para abordar esta crisis, porque ya es muy tarde para millones de niños, niñas y adolescentes que han alzado sus voces esta cumbre para recordar que se trata de sus vidas y su futuro.

El informe de Plan International «From the Frontlines», sobre los daños y pérdidas causadas por el cambio climático, calcula que, para 2050, la subida de solo 0,7ºC en el calentamiento global produciría un aumento de hasta el 95% en el número de personas con desnutrición en África, uno de los continentes más castigados por los impactos de la crisis del clima pese a que apenas ha contribuido a la emergencia climática.

Es necesario mantener el límite de 1.5ºC de los Acuerdos de París, y poner los derechos de la infancia y la igualdad de género en el centro de la adaptación, la mitigación y las pérdidas y daños para garantizar la justicia climática y la equidad intergeneracional, con mecanismos accesibles para la juventud de los países que más están sufriendo los impactos de la crisis.

¿Por qué dicen que la crisis del clima es una crisis de derechos humanos de niños y niñas?

Sin duda, se trata de una de las mayores injusticias intergeneracionales, sociales y de género. La infancia, pero muy especialmente las niñas, y las de países de rentas medias y bajas, son quienes menos han contribuido a esta crisis, y son quienes más están sufriendo y sufrirán sus impactos. Es mucho lo que está en juego para la generación de jóvenes de hoy, que a su vez es la mayor generación de jóvenes de la historia. Ellos y ellas soportarán la creciente carga de pérdidas y daños ambientales durante muchos más años. Ya hay mil millones de niños y niñas que corren un riesgo extremadamente elevado de sufrir los efectos del cambio climático.

Porque en estos momentos hablamos de crisis interconectadas: los efectos de la pandemia de COVID-19 se han solapado con las consecuencias de la emergencia climática y el aumento del precio de los alimentos y del combustible a raíz de los conflictos para causar la mayor crisis del hambre de la historia. Casi 45 millones de niñas y niños menores de cinco años padecen ya emaciación, una forma de desnutrición que provoca delgadez y debilidad extremas y que puede causar la muerte.

¿Más de niñas que de niños?

Las niñas y las adolescentes son las que más peligro corren ante las situaciones de crisis. Los fenómenos meteorológicos extremos ya están teniendo efectos catastróficos en las comunidades que están más expuestas a esta emergencia global, y las niñas y las mujeres son con demasiada frecuencia las más afectadas, porque parten de una situación de discriminación y menor capacidad de decisión.

¿Qué le ocurre a ellas, específicamente?

Cuando se producen sequías, inundaciones y otros fenómenos extremos que el cambio climático está agravando, las estrategias de supervivencia de las familias con menos recursos pueden llevar a sacar a las niñas de la escuela, lo que da lugar a numerosas situaciones de vulneración de sus derechos: encargadas de las tareas del hogar y de hermanos y hermanas menores; de salir en busca de agua o alimento, en largas caminatas que las exponen a violencia sexual; sometidas a formas de trabajo infantil o explotación, o forzadas a casarse, lo que suele desembocar en situaciones de violencia.

La interrupción de los servicios sanitarios debido a las catástrofes aumenta los embarazos no deseados y los problemas de salud sexual y reproductiva. El aislamiento que sufren las niñas y las mujeres jóvenes como consecuencia de los matrimonios infantiles o del estigma de la violencia sexual no solo les cierra la puerta de la escuela, también las aparta del desarrollo de la vida pública y limita su participación en el progreso político, social, económico y cultural de sus comunidades.

¿Hay cifras que demuestren que el cambio climático es una cuestión de igualdad?

Los efectos del cambio climático, tales como la pérdida de medios de subsistencia, los conflictos asociados a la escasez de recursos o los desplazamientos forzados, por poner solo unos cuantos ejemplos, aumentan la precariedad de las personas más vulnerables. Nuestro estudio «From the Frontlines» calcula que cada año los fenómenos meteorológicos extremos provocan más de 20 millones de personas desplazadas, de las que el 80% son mujeres y niñas. Se estima que 12,5 millones podrían no completar sus estudios cada año a partir de 2025 debido a los efectos del cambio climático.

Esto es solo un ejemplo que demuestra una vez más que las niñas son grandes damnificadas de la crisis climática y hará retroceder los avances hacia la igualdad y la justicia. Se necesita de forma urgente una acción climática transformadora para abordar simultáneamente la desigualdad de género y los impactos del cambio climático, porque no podemos encontrar soluciones independientes a dos de los mayores retos globales. Y para todo ello, es fundamental escuchar las voces de las niñas.

¿Recuerda algún testimonio de una niña o mujer que le impactara especialmente?

Sí. Las niñas y adolescentes de todo el mundo han demostrado su capacidad de ponerse al frente de uno de los mayores retos de nuestro tiempo para llamar la atención de los líderes mundiales, incluso en circunstancias de adversidad. Hay historias como la de Marinel, la joven activista climática filipina que con 16 años perdió todo tras el paso del tifón Yolanda, pero pudo ayudar a desalojar su comunidad gracias a lo aprendido en proyectos de adaptación al cambio climático centrados en la infancia de Plan International.

La situación de niñas y mujeres es especialmente difícil en los países de ingresos bajos y que son eminentemente dependientes de la agricultura, donde las mujeres son el 43% de la mano de obra agrícola. Es el caso de Burkina Faso, donde la sequía, el hambre y la inseguridad alimentaria agravan la situación de los desplazados internos. Es el caso de la familia de Beti, una adolescente de 15 años cuyo hogar depende de raciones de alimentos que reparten las organizaciones humanitarias; normalmente arroz, guisantes y, a veces, aceite para cocinar. Pero esta ayuda no es suficiente para los 9 miembros de su familia, hasta el punto de que solo pueden hacer una comida al día. Beti cuenta que, en ocasiones, los vecinos les ayudan; pero que, a veces su abuela, quien cocina para todos los hermanos, no tiene qué comer. «Mi abuela se come lo que queda, si es que hay algo, pero suele ser poco porque somos muchos». Esta frase es suya.

¿Las jóvenes que ahora padecen el cambio climático están destinadas a liderarlo?

Las niñas y las mujeres jóvenes no son un colectivo homogéneo, ni sus ideas o acciones son unívocas. Ellas son las más vulnerables, pero al mismo tiempo serán quienes encuentren la solución a muchos de los problemas. Las adolescentes están concienciadas, ya lideran la movilización y además están a punto de entrar en un mercado laboral en transformación. Es imperativo que las sociedades dejen atrás su modelo de crecimiento basado en los combustibles fósiles para dar paso a economías verdes. En este proceso de cambio será vital la participación de los jóvenes, que están a punto de entrar a un mercado laboral en transición y para quienes es imprescindible contar con las habilidades para impulsar y participar en esa futura economía verde. En particular, la educación transformadora es esencial para que las niñas adquieran el conocimiento y las herramientas con las que hacer frente a la crisis del clima, ejercer sus derechos y transformarlas en las líderes de un futuro más sostenible.

Los países no solo deben reducir sus emisiones, sino que sus líderes deben reconocer el desproporcionado impacto que el cambio climático tiene sobre la infancia, en especial las niñas y, como consecuencia, dar prioridad a sus opiniones y a sus demandas en los espacios de decisión de las políticas climáticas derivadas de eventos como la COP.

¿Cómo va esa carrera por la inclusión de la mujer en el sector relacionado con la sostenibilidad y la toma de decisiones?

Invertir en educación y formación es una de las contribuciones más eficaces y rentables para adaptarse al cambio climático y puede apoyar la mitigación mediante la mejora de las habilidades ecológicas y para la vida, y una toma de decisiones más responsable desde el punto de vista medioambiental. Plan International cuenta con iniciativas en España y en otros lugares del mundo orientados a la formación, empleo y emprendimiento de jóvenes en la transición ecológica. Es el caso del proyecto que desarrollamos en tres países del Sahel (Senegal, Mali y Níger), donde las mujeres que viven en zonas rurales son formadas y acompañadas en el uso y acceso a energías limpias. De esta forma, ellas pueden gestionar sus propios negocios y obtienen rendimientos económicos. En España, junto con la Fundación Biodiversidad, estamos desarrollando un proyecto para mejorar la empleabilidad de personas jóvenes mediante la capacitación en el ámbito de la energía solar fotovoltaica.

¿Qué se debe reclamar y a quién para acabar con estas desigualdades?

Más allá de las acciones individuales y de la movilización social, es fundamental que los gobiernos no solo permanezcan por debajo del objetivo de los 1,5 grados de calentamiento global convenidos en los Acuerdos de Paris, sino que todos los países, sobre todo aquellas naciones con mayor responsabilidad histórica y actual, multipliquen sus esfuerzos para reducir sus emisiones.

Reclamamos que las políticas climáticas incluyan acciones para proteger los derechos de la infancia, reconociendo el impacto desproporcionado del cambio climático en las niñas, incluidos en los procesos y resultados de la COP-27. Defendemos además la agencia y el liderazgo de las niñas y jóvenes en la acción climática, reconociendo la importancia de escuchar sus voces en los procesos de decisión y facilitarles una educación transformadora para participar en la acción climática.

Asimismo, reclamamos que los países incrementen la financiación para luchar contra el cambio climático hasta, al menos, el compromiso de 100.000 millones de dólares al año en 2022, destinando la mitad a la adaptación y resiliencia de los países más vulnerables y con un enfoque centrado en la igualdad de género y en la equidad intergeneracional, con una perspectiva transformadora que permita el acceso a los fondos de niñas y mujeres jóvenes.