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Medio Ambiente
Azoteas verdes para renaturalizar las ciudades
Cubrir los tejados con plantas aísla los edificios, aumenta la biodiversidad y reduce la polución. Cada vez más ciudades apuestan por estos proyectos que, en ocasiones, contemplan hasta la producción de alimentos
El edificio del Instituto de Ciencia y Tecnologías Ambientales (ICTA) de la Universidad Autónoma de Barcelona esconde un pequeño secreto. En su azotea se producen hasta 17 kilos de tomate de invernadero por m². Esta instalación aprovecha el CO2 y el calor que genera la actividad diaria del edificio para agricultura urbana. Hace unos días, sus responsables visitaban Madrid para presentar en una jornada los avances de un proyecto del que forma parte este invernadero. La iniciativa europea Groof arrancó en 2017 con el objetivo de incluir la agricultura en las ciudades e incrementar así su resiliencia alimentaria, al mismo tiempo que ayudan a captar carbono de los edificios.
Durante el proyecto se han estudiado cuatro invernaderos piloto en Luxemburgo, Alemania, Bélgica y Francia y se ha creado una guía de construcción para futuras instalaciones. Pero llegados a este punto, la pregunta es inevitable ¿por mucho que estos invernaderos favorezcan la producción alimentaria en las ciudades, es seguro comer vegetales que han estado tan expuestos a la contaminación? Pues según los análisis del equipo de Groof la respuesta es que sí. «La clave es el cultivo hidropónico, porque los contaminantes se quedan adheridos a la tierra, pero en este tipo de cultivo no hay suelo. No solo, la producción de alimentos en las ciudades disminuiría emisiones de CO2 e, incluso, desperdicio alimentario. Basta tener en cuenta que durante el transporte, por ejemplo, de unos tomates que viajen 1.000 km, se producen mermas de hasta el 30%», explica Xavier Gabarrel, líder del proyecto e investigador de la UAB.
No solo es posible la producción agrícola, las azoteas tienen un enorme potencial para ganar espacios verdes en las ciudades y atraer biodiversidad. Sobre todo en aquellas que como Barcelona tienen una orografía que les impide ganar espacio fácilmente. «En muchos municipios, el espacio público ya está muy ocupado y no hay posibilidad para ganar áreas verdes. Barcelona tiene una oportunidad de renaturalizarse gracias a una construcción típica; las terrazas a la catalana (hechas de ladrillo rojo visto y proyectadas con algo de inclinación para facilitar la evacuación del agua de lluvia). De hecho, el ayuntamiento calcula que el 67% de las azoteas de la ciudad condal podrían convertirse en jardines y un 20% de ellas transformarse en centrales productoras de energía solar», comenta Sergio Carratalá, fundador de MataAlta Studio, estudio de diseño e ingeniería dedicado al «rewilding» o lo que es lo mismo la renaturalización de las metrópolis. «En la ciudad, –calcula el emprendedor–, existen unas 100 cubiertas de diferentes tamaños. Hay una, la de la Casa Cambó que data de principios del siglo XX».
Uno de los sorprendentes beneficios que ha detectado el estudio es la capacidad que tienen estos tejados de absorber el agua de lluvia e impedir la formación de ramblas. «Estudiamos una azotea donde habíamos instalado una cubierta verde. Usamos sensores de lluvia y los resultados fueron impresionantes. Mientras en el lado de la azotea desnuda, el agua de lluvia bajaba en pocas horas a las aceras, en el lado de la cubierta vegetal el agua necesitaba un día y medio para llegar al suelo. También vimos que hasta que no llovía más de 10 litros por metro cuadrado el agua no empezaba a descender. Es una solución para permeabilizar la ciudad frente a lluvias torrenciales», comenta Carratalá.
Las azoteas verdes, además, producen beneficios físicos y psicológicos, disminuyen la concentración de contaminantes atmosféricos, refrescan el ambiente y atraen biodiversidad. También sirven de aislamiento contra las temperaturas extremas. Un estudio liderado por la Universidad Politécnica de Madrid y la Università Politecnica delle Marche afirma que «cuando la densidad de vegetación es elevada, el calor entrante en el edificio a través de la cubierta es de un 60% inferior al calor que entra cuando no hay vegetación. Además, una cubierta vegetal actúa como sistema de refrigeración pasivo; la energía que sale del edificio a través de la cubierta durante el verano supera en un 9% la energía que
entra durante el mismo período». En verano, también ayudan a reducir el llamado efecto isla de calor. El calor se acumula en las superficies grises de las zonas urbanas más pobladas durante el día y son incapaces de liberarlo por la noche, al contrario de lo que ocurre en las áreas naturales.
Una apuesta europea
La idea de poner cubiertas vegetales está incluida en el catálogo de soluciones basadas en la naturaleza con las que Europa quiere adaptarse y mitigar el cambio climático. No hay más que tener en cuenta que el 60% de la población del viejo continente vive en ciudades. Desde que aprobara en 2020 la Estrategia sobre Biodiversidad, cuyo objetivo es devolver la naturaleza a la vida corriente de los ciudadanos, la Comisión anima a las urbes europeas de más de 20.000 habitantes a desarrollar planes de urbanización ecológica que incluya la creación de bosques, parques urbanos o cubiertas verdes...
Así, los planes para instalar cubiertas verdes empiezan a extenderse por la geografía. En Madrid, según el inventario de cubiertas verdes y fachadas verdes del ayuntamiento «existen 131 elementos, de los cuales 108, el 83%, son cubiertas verdes y 23, el 17%, son fachadas verdes. En cuanto a la superficie, si bien no se dispone de datos de todas las infraestructuras, de los 146.873 m2 documentados, el 98%, 144.601m2, se corresponden a cubiertas verdes y los 2.272m2 restantes a fachadas verdes. En el caso de las cubiertas verdes, cerca de la mitad se ubican en edificios residenciales». Además, en su día se aprobó el proyecto Madrid + Natural, con el que el Ayuntamiento de Madrid quiere construir diez cubiertas verdes en edificios públicos. «En España hay poco desarrollado todavía. Las cubiertas vegetales no se han incorporado de manera habitual. Todavía hay cierto miedo entre los vecinos que temen por el peso de las estructuras, al coste de mantenimiento o a si tendrá filtraciones, pero las soluciones técnicas están más que desarrolladas», afirma Iñaki Alonso Echeverría, arquitecto y fundador de Satt Arquitectura, estudio especializado en instalar este tipo de cubiertas.
En Valencia como parte del proyecto Grow Green se instaló una cubierta vegetal en el Centro Municipal de Actividades para Mayores de Benicalap. Desde que se concluyó, la temperatura máxima en verano ha bajado de los 40º a 26 en el centro. Valladolid, por su parte, cuenta con varias instalaciones como la cubierta verde de las marquesinas de la Plaza de España o los toldos vegetales instalados en la calle Santa María.
En Europa, Alemania nos lleva la delantera desde hace unos 40 años cuando empezaron a fomentar este tipo de instalaciones. En París, la alcaldesa Anne Hidalgo se comprometió a plantar 100 hectáreas de paredes y techos con vegetación y en Reino Unido se quiere acondicionar con vegetación mil paradas de autobús para atraer a insectos polinizadores y ayudarles a moverse entre el campo y la ciudad realizando su trabajo (dos de cada tres cultivos dependen de su acción). Estas marquesinas aparecieron por primera vez en Utrecht (Holanda) y ya se ha extendido por Reino Unido (en ciudades como Leicester, Newcastle o Southampton), Canadá o Australia.
Agrovoltaica entre tejas
En los últimos tiempos es fácil oír hablar de agrovoltaica rural como una forma de integrar producción agraria y fotovoltaica, pero ¿es posible aplicar ese mismo esquema a un edificio urbano? Es lo que proponen desde estudios como Satt Arquitectura o MataAlta y es que «la fotovoltaica pierde rendimiento cuando hace mucho calor. La superficie de las placas se puede llegar a calentar hasta 70-80 grados. Hacer una cubierta verde por debajo ayuda a refrigerar las placas fotovoltaicas y aumentar hasta un 20% el rendimiento de las placas», afirma Carratalá. En Madrid, Satt trabaja junto a la promotora «Distritonatural.es» para construir cuatro edificios de viviendas en Arganzuela, Villaverde, Tetuán y Usera con agrovoltaica en azotea. «La producción fotovoltaica estaría entre 1 y 2 kW pico por vivienda y se considera que un edificio es de consumo casi nulo cuando produce unos 2,5 kW por vivienda», explica Echeverría.
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