Política

Medio Ambiente

La flora y fauna del Mar Menor habría muerto tras el temporal de septiembre

Un informe del Instituto Español de Oceanografía (IEO) alerta de que murió masivamente en el 80 por ciento de la laguna salada

Los expertos piden medidas urgentes y que se hagan estudios rigurosos para conocer las causas exactas de la grave mortandad de peces
Los expertos piden medidas urgentes y que se hagan estudios rigurosos para conocer las causas exactas de la grave mortandad de peceslarazon

Un informe del Instituto Español de Oceanografía (IEO) ha alertado de que la flora y la fauna del Mar Menor habría muerto masivamente en el 80 por ciento de la laguna salada, en área y en volumen, tras el episodio de fuertes lluvias provocadas por la Depresión Aislada en Niveles Altos (DANA) el pasado mes de septiembre.

Los investigadores del IEO alcanzan estas conclusiones tras constatar la muerte masiva de especies y poblaciones de los fondos de la laguna situados a una profundidad superior a los tres o cuatro metros, según la zona.

"A partir de los cuatro metros de profundidad se murió todo en el Mar Menor después de la DANA porque se quedó sin oxígeno", según fuentes del IEO consultadas por Europa Press, que explican que unas extensiones muy altas de las aguas profundas de la laguna se quedaron sin oxigeno. "No es algo local, registrado en Villananitos", afirman.

De hecho, el informe encargado por el Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades al IEO, establece que la 'Caulerpa prolifera' estaba muerta o moribunda en la mayoría de las zonas; mientras que las holoturias estaban muertas y evisceradas.

En cambio, los científicos del IEO observaron todavía vivos y activos numerosos ejemplares de gasterópodos del género 'Hexaplex'. "En un principio, los bivalvos parecían debilitados, pero en siguientes inmersiones todos aparecían muertos", remarca el informe.

Asimismo, destacan que los góvidos, que aparecían vivos en las primeras inmersiones, habían muerto en las últimas visitas, corriendo la misma suerte que las anémonas y poliquetos, que estaban aparentemente vivos al principio y se encontraron todos muertos a los pocos días.

INFORME SOBRE EL APORTE DE NUTRIENTES

Según fuentes del IEO consultadas por Europa Press, los efectos de la DANA no pueden ser explicados si no se tiene en cuenta todo el proceso de degradación que ha sufrido el Mar Menor a consecuencia de las entradas de nutrientes en la laguna durante décadas y la transformación que ha tenido toda la cuenca de drenaje que representa el Campo de Cartagena.

Así aparece reflejado en el 'Informe de síntesis sobre el estado actual del Mar Menor y sus causas en relación a los contenidos de nutrientes', que destaca que, durante décadas, los aportes de nutrientes (fundamentalmente nitratos, aunque también fosfato y amonio) y materia orgánica al Mar Menor han forzado el cambio del sistema, originalmente oligotrófico, a un estado eutrófico.

Este estado "define un enriquecimiento en nutrientes inorgánicos (nitrógeno y fósforo) más allá del nivel crítico de la capacidad autorreguladora de un sistema determinado".

En cuanto a las causas de la crisis del Mar Menor, este informe destaca que la laguna recibe desde la década de 1980 grandes cantidades de materia orgánica y nutrientes procedentes de vertidos de diversa naturaleza, entre los que se encuentran las aguas residuales urbanas (actualmente prácticamente suprimidas, salvo episodios de lluvias y vertidos puntuales) y, sobre todo, los flujos contaminantes tanto difusos como puntuales, procedentes de la actividad agraria y agropecuaria del Campo de Cartagena.

Tras la DANA del pasado mes de septiembre, el informe destaca que el agua arrastrada procedente de la lluvia se mezcló con la capa superficial de agua de la laguna y los niveles de clorofila aumentaron de forma muy brusca hasta niveles superiores a los máximos de 2016, lo que se ha atribuido a la entrada masiva de nitrógeno, fósforo y materia orgánica asociada a la entrada de agua, sedimentos terrígenos y materiales arrastrados procedentes del Campo de Cartagena.

La capa de agua profunda (caracterizada por las condiciones de salinidad y carga fitoplanctónica del agua de la laguna previo a la DANA) quedó aislada. La columna de agua se estratificó, formando una capa superficial menos salina, reduciendo la transferencia de oxígeno atmosférico hacia partes más profundas de la columna de agua.

En paralelo, la elevada turbidez del agua redujo drásticamente la luz que alcanzaba el fondo, impidiendo la producción de oxígeno por la actividad fotosintética de la vegetación bentónica. En la capa de agua profunda a partir de tres metros de profundidad, el oxígeno se agotó como consecuencia de la descomposición de la materia orgánica presente (tanto la ya existente como la introducida durante las riadas).

"El color negro del agua y olor a gas sulfhídrico que emanaba de la laguna, eran claros indicadores de la existencia de un fuerte metabolismo anaerobio sulfato-reductor en la capa profunda anóxica", según el informe, que destaca que "una de las consecuencias de este metabolismo es la aparición de sulfuros disueltos en el agua, que son tóxicos para muchos animales y plantas".

"La combinación de ausencia de oxígeno y presencia de sulfuros en la capa de agua profunda causó la muerte de la vida asociada al fondo lagunar y la huida masiva de organismos de todas las especies con capacidad de desplazamiento, hacia las zonas menos profundas de la laguna", subraya.

Este informe estimaba que una superficie superior a 9.000 hectáreas había quedado de nuevo devastada en el fondo de la laguna.

Se trata de un informe firmado por Juan Manuel Ruiz Fernández, del Instituto Español de Oceanografía; Víctor M. León del Instituto Español de Oceanografía; Lázaro Marín Guirao del Instituto Español de Oceanografía; Francisca Giménez Casalduero de la Universidad de Alicante; José Alvárez Rogel de la Universidad Politécnica de Cartagena; Miguel Angel Esteve Selma de la Universidad de Murcia; Rosa Gómez Cerezo de la Universidad de Murcia; Francisco Robledano Aymerich de la Universidad de Murcia; Gonzalo González Barberá del CEBAS-CSIC; y Julia Martínez Fernández de la Fundación Nueva Cultura del Agua.