Ferias taurinas

Naturales de seda y oreja épica de Ureña

Paco Ureña torea al natural, ayer
Paco Ureña torea al natural, ayerlarazon

Las Ventas (Madrid). Tradicional Corrida Goyesca del 2 de mayo. Se lidiaron toros de Salvador Domecq (1º y 2º), José Vázquez (3º y 4º) y Victoriano del Río (5º y 6º), bien presentados, aunque desiguales en tipo y hechuras. El 1º y el 5º, manejables pero justos de fuerza, a menos; el 2º, mermado, se lesionó durante la faena; el 3º, bravo y encastado, con codicia y celo, de enorme transmisión; el 4º, noble, se apagó pronto; y el 6º, encastado, se orientó enseguida y derivó en peligroso. Más de un tercio de entrada.

Diego Urdiales, de marino y blanco, buena estocada, aviso, dos descabellos (saludos); pinchazo, aviso, media tendida, dos descabellos (saludos); pinchazo, aviso, tres pinchazos más (silencio).

Paco Ureña, de rosa y azabache, estocada (silencio); media en buen sitio, aviso, cuatro descabellos (saludos); estocada desprendida, aviso (oreja).

Madrid, en 2 de mayo. El del alzamiento. El que rememora grandes batallas. Gestas épicas. Inolvidables. Se reescriben cada año en el albero de Las Ventas a golpe de Goyesca. Pocas fechas con tanto sabor en el calendario de La Monumental. Desde ese desfile de carruajes por el ruedo y esas puertas abiertas de par en par. La primera plaza del mundo, accesible a todos. Otro cantar es su Puerta Grande. Ese mismo quicio de la calle Alcalá por el que ayer miles de aficionados entraron en tropel, pero por el que hay sudar sangre para salir. Lo sabe bien Ureña que ayer volvió a jugarse las femorales para tratar de lograrlo. Fue en el sexto, un toro encastado de Victoriano Del Río al que sin preámbulos le ofreció el «cartucho de pescado» en la misma boca de riego. A punto de catapultarlo por los aires. Se libró el murciano y al tercer natural Madrid ya latía. En la siguiente, con el toro haciendo el avión, ya crujía. Otra más en redondo. Hasta ahí. Porque se orientó el burel y Ureña apeló a la épica. No retrocedió un ápice hasta acobardar a un toro que cada embestida veía opción de herir. Una moneda al aire cada pase. Jaleadísimo por el tendido. Incuestionable, pero el que escribe se queda con las tres tandas anteriores. O con el puñado de naturales que le pegó al noblón cuarto de José Vázquez. Tres tandas excelsas. Encajado, reunido, toreando con los riñones y acompasando con el alma. Oro puro. Lástima que la media en buen sitio no fuera suficiente y se atragantara el verduguillo. Con su primero, colorado de Salvador Domecq, lesionado en la mano izquierda en el primer tercio, quedó inédito.

La batalla de este mano a mano en fecha de revolución había comenzado con mucho ruido en el primero. Escaramuzas de dos que quieren ser en un pique en quites para hombres. Ureña disparó la primera bala por gaoneras y el fuego cruzado de Urdiales llegó por chicuelinas. La tercera, a compás abierto, aún en la retina de todos. El de Arnedo fraguó una de sus tardes más serias en Madrid. Que ya es decir. Muy decidido, derrochó torería toda la tarde. Y toreo caro a izquierdas tanto en el manejable primero, al que le robó los naturales de uno en uno con tremenda pureza, como en el tercero –nada que hacer con el deslucido quinto–. Este destartalado castaño de José Vázquez, que transmitió muchísimo, toro bravo, nada fácil, al que cuajó con gallardía. Los remates, pura pasamanería. Una delicia. Lástima de espada sin filo, porque había premio. De justicia para ambos. Repetirán juntos con la de Victorino.