Opinión

Pensiones

El asunto de las pensiones es tan simple que sorprende la algarabía conceptual a la que ha sido sometido por los políticos de todos los partidos, deseosos de meter su cuchara en el apetitoso cuerpo electoral de los pensionistas. Y es que, como todo el mundo sabe, de donde no hay no se puede sacar. En este caso, lo que no hay es suficiente dinero con las cotizaciones actuales de los que trabajan; y consecuentemente, de la caja a la que ellos contribuyen no se puede sacar todo lo que se necesita para pagar a los que dejan la vida activa mientras no se mueran. Como resulta que los que se jubilan son muchos, pues nacieron en una época en la que cada año se inscribían en el Registro Civil entre medio millón y más de seiscientos mil niños, y además no quieren morirse –y de hecho no se mueren hasta pasados veinte o más años desde su retiro–, pues son demasiados para los jóvenes que ahora están en edad de entrar en el mercado de trabajo –que apenas superan los cuatrocientos mil–. Total, que es un lío porque las variables demográficas están dadas y no hay manera de enmendarlas. En consecuencia, arreglar el desaguisado solo es posible a partir de una combinación de estas cuatro cosas: cobrar menos cada mes por la pensión, jubilarse más tarde que ahora, cotizar más cuando se trabaja y recaudar algún impuesto sustancioso para complementar las cotizaciones.

Cuando se oye a los políticos hablar de este tema se sorprende uno del lío que montan para que no entendamos nada, aunque muchas cosas que dicen suenen bien a nuestros oídos. El suyo es un pensamiento mágico del que se derivan fantasiosas soluciones y, menos hacer rogativas para que el dinero caiga con la lluvia de estos días que preludian la primavera, han dicho de todo. Que si un impuesto a los malvados banqueros, que si una revalorización no se sabe cómo, que si crear más empleo como por ensalmo, que si esto y lo otro. A mí me recuerdan la anécdota de un candidato de Herri Batasuna que, hace muchos años, en un mitin, levantó el entusiasmo de los asistentes cuando propuso que fuera el Estado el que pagara los impuestos. ¡Eso! ¡Hala, que pague el Gobierno y nos jubilemos antes para disfrutar de la vida!

A mí también me gustaría vivir en ese país fantasioso en el que chasqueas los dedos y sale un elefante. Pero para mi desgracia vivo en España y mi generación es de esas tan numerosas que los de ahora no son suficientes para hacerse cargo de mí.