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Opinión

Buen hola y gran adiós

No es fácil saber llegar ni es sencillo saber irse, y en ese sentido Pedro y Mariano están dando una lección. Sánchez, más allá de que hacerse con el poder por los votos siempre da más lustre que hacerlo por asalto, está sorprendiendo con un Gobierno al que es difícil ponerle un pero con muy poquitas excepciones. Es verdad que ha tenido mucho tiempo mientras daba vueltas por el extrarradio del Congreso para pensar en su equipo ideal, y seguro que su empeño por llegar a La Moncloa le ha hecho emborronar mucho folio imaginando la conjunción ideal entre currículums, perfiles mediáticos y experiencia probada, pero lo cierto es que rodearse de personas de un nivel superior al suyo propio demuestra que la ambición no está reñida con la inteligencia. Por su parte, Rajoy ha sabido irse sin caer en la tentación de sacarse un sucesor de la costilla y cortando por lo sano ese cordón umbilical que algunos a pesar de los años transcurridos se empeñan en mantener. Deja detrás de sí el diluvio de una previsible pelea interna, algo inédito en el Partido Popular, pero con la sabiduría de ver que los tiempos políticos requieren que los aspirantes se busquen las lentejas por si mismos, sin tutelajes ni gps.

Rajoy está haciendo algo complicado: irse de la que ha sido su casa durante décadas sin guardarse en el bolsillo un juego de llaves por si le ataca la morriña y borrando de su agenda el número de teléfono del que ha sido su despacho para evitar la tentación de dar lecciones al que llegue detrás. Sánchez ha sorprendido llegando con un gobierno bajo el brazo que ha sido recibido con el aplauso casi unánime. Está claro que los partidos del denostado bipartidismo todavía están en condiciones de dar lecciones.