Opinión

Fronteras

No se trata de falta de solidaridad o humanidad, es más bien la defensa de un país que se está quedando sin recursos para absorber la gran cantidad de inmigración que nuestro país recibe por extrema necesidad y por la buena fama que nuestro carácter hospitalario y el ilimitado e incesante turismo, corroboran. Por supuesto que todos trabajamos por una acogida digna, como ha sido tan comentado últimamente en redes sociales como Twitter.

Ojalá Europa fuera capaz de salvaguardar los derechos, las libertades y sobretodo comprometerse con la seguridad de todos y cada uno de los ciudadanos de su continente, sin la necesidad de la existencia de fronteras delimitando su territorio, pero desgraciadamente hemos podido comprobar que es imposible garantizar un estado de bienestar sin poner límites y restricciones.

Creo que es injusto que alguien pueda tachar a España de racista por tratar de proteger la libertad y la seguridad de sus ciudadanos, garantizar la armonía y una convivencia pacífica, tratando de regularizar la situación de todos los que quieran venir a compartir nuestra tierra. Es más, afortunadamente hemos avanzado muchísimo superando las absurdas fobias y otras intolerancias que solo conseguían perpetuar una sociedad arcaica y retrógrada. Son cada más las personas que deciden adoptar niños de países como Etiopía, sin importarle en absoluto la raza o el color de su piel.

Lo que se necesita, como siempre, es orden y equilibrio. Y eso pasa por situaciones que no queremos tolerar. Quizá también es algo injusto y provocador la prohibición del burka y el nikab que entró en vigor el pasado miércoles en Dinamarca –en medio de protestas de mujeres musulmanas que consideran que esta nueva norma limita sus derechos y de quienes lo ven como un ataque o una provocación.

Creo que no se trata de atacar a nadie sino de defender una idiosincrasia. De defender la libertad de decisión de un país. Defendamos mayor seguridad y mejores condiciones para la Guardia Civil, ya que, en definitiva, hay que respaldar unas fronteras que, aunque no nos gusten, existen.