Opinión
Teatro social
Dicen que a los 18 se es más infeliz porque siendo la etapa en la que más importa el juicio, es en la que a veces nos sentimos menos queridos y aceptados. Quiero hablarles de una obra de teatro que me ha emocionado. Y cuya trama, basada en hechos reales, protagoniza un hombre que precisamente hacia esa edad, los 18 años, comenzó a causar dolor. Estaba, como él reconoce, «como loco». El compromiso con la memoria, la dignidad y la justicia, ha llevado al director y guionista albacetense José Pascual Abellán, a estrenar el viernes pasado en Madrid la obra de teatro «Ni con tres vidas que tuviera» (Calle Velarde, 15). Está basada en la entrevista de Jordi Évole a un terrorista arrepentido.
La víctima, hija de un matrimonio asesinado, emociona desde el primer instante en que aparece en escena contando su relato. Un escalofriante testimonio que no puede caer en el olvido, por eso agradezco que esta obra haga que permanezca viva la memoria y que lo que injustamente obvian los libros de texto y los libros de historia, la parte más terrorífica, dantesca y sangrienta de nuestra historia reciente, sea llevada al teatro de una forma tan magistral y emotiva, es de agradecer y nos reconcilia con ese pasado que no vamos a olvidar pero que necesita una explicación.
Esta obra nos ofrece esa explicación, y lo hace además con unos actores insuperables. Revivimos el dolor pero llegamos a comprender, que no justificar, al verdugo, que, en cierta forma, se mata también a sí mismo. La transformación de la víctima que termina, como no veo otra forma posible de recuperar la paz interior, perdonando, es un maravilloso ejemplo, especialmente para esos jóvenes que por suerte no conocen el dolor de despertarse con una bomba, sin un padre o con una parte del cuerpo amputado. Un valioso material didáctico que muestra que el fanatismo siembra odio y funciona como una secta. Y que perdonar es lo único que restaura un corazón destrozado. Pero que el olvido ¡jamás!
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