Opinión

Nostalgia del Bentley

Todos tenemos nuestras nostalgias, nuestras añoranzas que cada vez se irán haciendo más grandes a medida que se nos vayan acortando las ilusiones y la esperanza. El turismo, el coche, es un elemento en vías de extinción. Esta es una afirmación un poco exagerada, pero es que me estoy refiriendo al vehículo de transporte (o de capricho) que utilizamos para movernos de un lado a otro, ya sea al trabajo, a unas vacaciones o a una cuchipanda.

Los gobiernos, muy limpios ellos, quieren hacer desaparecer la gasolina y el diésel por ser contaminantes, y me parece bien; quieren forzarnos a utilizar el sistema eléctrico, que también contamina, pero menos, a toda una ciudadanía que quizá no tenga disponibilidad económica para el cambio. Me pregunto si quienes manejan el país de forma bastante calamitosa, quienes se desplazan en avión y helicóptero aun cuando el recorrido sea tan solo de ciento y pico kilómetros contemplan que eso es también como altamente contaminante.

Me estoy refiriendo a ese viaje a Valladolid para participar en la cumbre hispano lusa el día 21 en el cual se desplazarán el presidente y sus ministros en el dichoso falcon y en un Airbus, además del helicóptero que los lleve hasta el aeropuerto. Nunca hemos imaginado un dislate semejante, teniendo en cuenta que existe el AVE o la autovía.

Como detalle digno de señalar diremos que los tripulantes del falcon y de las aeronaves que se utilizan con el dinero de nosotros los contribuyentes han agotado las dietas de un año en cuatro meses, los que llevamos padeciendo al Dr. Plagio.

Pero continuemos con nuestras nostalgias y hablemos ahora de los ritos funerarios, porque el gobierno –o los gobiernos regionales–, van a decidir si podemos enterrar o cremar a nuestros muertos. En caso de incineración habrá que tener en cuenta la vestimenta del difunto y si éste excede de un peso determinado.

Al parecer las grasas humanas contaminan mucho, y algunos tejidos también. Nostalgia, sí, de la solemnidad de las ceremonias fúnebres, tan tristes como bellas.

Nostalgia también de la disciplina que promovía Kant frente a la autoestima que se propugna desde el ministerio de educación. Cuidar y mimar al mal estudiante regalando el título de bachiller a pesar de los suspensos. «El que no es ilustrado es necio, quien no es disciplinado es salvaje. La falta de disciplina es un mal mayor que la falta de cultura; esta puede adquirirse más tarde, mientras que la barbarie no puede corregirse nunca». Se ve que la ministra Celaá es ajena al pensamiento del filósofo más influyente de la Europa moderna y de la filosofía universal.