
Extremo centro
Un suicida en el tiempo de descuento
El hermano de David Azagra sabe que no se puede sobrevivir a los azares del destino si las tropas las dirigen generales sin suerte

Quizás los hados conspiran contra el presidente. Quizás las «moiras» impulsan el caos que se percibe en el Estado tras cada desastre. Igual es culpa de una oposición que no arrima el hombro lo suficiente. Posible es que los resultados de la mala gestión sean siempre imputables a la mala fe de los españoles de derechas. Pero a mí y a usted la trimestral me la cobran.
Parte del país se ha desacoplado de la política, otros nos hemos quedado por las risas. Nos van a dejar la casa hecha unos zorros, pero al menos habremos pasado un buen rato. Da risa ver a Puente describir el robo de cobre como la última operación de desestabilización del «Comando Aznar». Los sucesos acaban recogidos y apilados como un muro de piedras de enorme peso desde el que darse todo lo contrario a la razón. Es entendible que desde azules sea imposible salirse uno de sí mismo. Si en la oficina te llaman ministro es más difícil tomar distancia de lo vivido y conciencia de que estás haciendo el payaso.
Los evidentes tropiezos de gestión se responden en los sanchistas sin complejos con argumentos perezosos que suenan a película de espías. La semana pasada, los operadores privados del sistema eléctrico se habían querido forrar con el precio de la luz y tururú tururú: apagón. Se quedan atrapados miles de personas en 30 trenes y la explicación es que el ministro no mandó a sus trenes a luchar contra los elementos de la vuelta de un puente. El exceso de indulgencia a los propios ha alimentado un estilo de Gobierno que es más una forma de vivir con los cojones colgando fuera del pantalón.
Cuando vuelvas a Ítaca ruega que sea largo el viaje. Pero si el retorno a Madrid desde Sevilla se hace eterno, suplica que no te toque en el tren de los Morancos. En los vagones a oscuras no hubo alegres congas ni bailecitos pal TikTok. En los treinta trenes hubo niños con sed, madres con ansiedad y padres rebosantes de mala leche. Diez mil personas encerradas son demasiados amigos y familiares esperando con sueño. Si el gabinete de comunicación de la factoría Contreras ya afronta estas situaciones como quien se fuma un porro, ofrezco acelerar la nave sanchista hasta la velocidad absurda. Por qué no aumentar el radio de las posibilidades creativas en la asignación de culpables: la Manosfera, los Cayetanos, los concentrados en Ferraz, aquel chaval de sudadera azul de Paiporta o una división de youtubers andorranos.
En las alas de profundos de los antiguos psiquiátricos aún se podía discutir con esquizofrénicos las razones que empujaron a la derrota francesa en la campaña rusa. Todos aprendieron a copiar las formas del hombre de las múltiples tretas, el campeón, «mostro», crack. Pero a Napoleón solo puede jugar el «number one». Ser ministro y jugar el papel de víctima es una operación de riesgo. Porque el hermano de David Azagra sabe que no se puede sobrevivir a los azares del destino si las tropas las dirigen generales sin suerte.
Nuestro Gobierno lleva la vida de un suicida. Al modo de cualquier paciente que sufra de personalidad límite nos hace vivir jornadas a oscuras. Las personalidades sombrías tienen feas conductas. Una incómoda pasa por la imposibilidad del enfermo de entender la realidad ajena y pedir disculpas a los afectados por sus actos. El delirio impulsa una logorrea de narraciones molestas en las que el relato de la responsabilidad personal se evita acudiendo a la mala suerte y las envidias ajenas. Para el enfermo en la fase, pasa por un esfuerzo imposible dejar de percibirse perseguido, acosado y atacado. Hay que tener un extraordinario cuidado al jugar con esas conductas porque esa percepción distorsionada no deja pasar nada, y sin aire ni luz, se acaba de manera inevitable en un proceso de negrura que roba a la persona la posibilidad de esperanza.
Si tienen razón en algo es en lo de que España los mira mal. Se nos dice en El Príncipe que se puede gobernar a través del amor o el miedo. No sé cómo les va a ir esto de querer dar una extraña mezcla de risa y pena. Entiendo que al esfuerzo de lo patético se suma que haya fatiga de materiales y una decreciente calidad en los fontaneros. Por experiencia, si cada suceso y revés de la realidad es una confirmación de la persecución política es que te encuentras en tiempo de descuento. Se nota que va tocando marchar, y, si les soy sincero, sé que a esta generación de maulas y académicos robaperas voy a echarlos de menos.
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