Mis mejores regalos son personas

Mi mejor regalo ha sido el de los que han querido estar conmigo. Me han llamado, nos hemos citado, han venido a verme. Alguno ha traído una botella de vino o unos bombones, otros solo su ser consciente. Hemos hecho un té, hemos charlado, nos hemos abrazado para sentirnos con todos los sentidos. Nos hemos regalado la presencia. Se que éste es el regalo más difícil de hacer y que algunos no pueden aunque lo deseen. Vivimos corriendo, llenos de obligaciones, auto explotándonos. Vivimos llenos de estrés y cansancio. Así es nuestra época. La de las de las conexiones sin comunicación. Cientos de mensajes nos llegan a través del teléfono, de las redes. Pero solo llegan al corazón cuando son auténticos; una sola palabra pensada para ti es lo que vale. Es tan fácil y tan vacuo enviar un mensaje escrito por otro a toda tu lista de contactos. Es tan complicado dedicarle unas horas al amigo, al familiar, al necesitado. Nos olvidamos, cuando somos iguales y tenemos familia y langostinos, que en cualquier momento podemos ser el necesitado, el diferente, el otro. Corremos, sobrevivimos y enviamos cantidad de whatsapp. Y, aunque sea una copia, si no los recibimos nos sentimos peor. Oímos los pitidos del móvil y nos mortifican, pero nos consuelan. Se acuerdan de mí. Existo. Y nos ponemos en las redes esperando ese like. Le gusto, pensamos, qué alivio. Una admirada directora de teatro me pidió al despedirnos muchos likes. Nos reímos. Mi amiga Almudena vino a verme ayer y me trajo un bizcocho de zanahoria hecho con sus manos y su querencia. Lo hace todos los años. Y yo la espero como a una reina maga. La verdadera.