Opinión

Cipreses

La tierra esta malita y se defiende. Como un boomerang nos lanza sus granos de polen fuera de temporada y nuestros ojos lloran, y nuestro pecho se resiente. A veces me pregunto cómo sobrevivimos a este aire de ciudad degenerado. A esas aguas toxicas. A esas comidas que quién sabe qué. A esa ambición humana de acumular y ganar en lo material destruyendo la propia vida. La tierra esta enferma por nuestras manos sin conciencia. Los cipreses florecen y abren sus ramas antes de tiempo. Son muchísimos pólenes más que antes. Son muchos humanos más con la nariz roja y la sensación de asfixia. Y mientras, la farmacia venga y venga a vender. Y los alérgicos de primavera, ahora lo son también de invierno. Porque hemos vuelto loco al tiempo y ahora hay muchos veranillos más que el de San Miguel o el de San Martín. Ahora tenemos el veranillo de todas las basuras que esparcimos. Veranillos malditos de tierra, mar y aire. E invadimos las ciudades de setos que también expulsan sus briznas a destiempo, y se suman a la contaminación de calefacciones y carburantes. Los ciudadanos estamos cansados de pasar de una a otra primavera falsa. Los ciudadanos no queremos más boina negra que la francesa bonita. La tierra y nosotros estamos malitos. Cansados de tanta enfermedad nueva y mordaz, que nos hace más difícil aún el día a día. A veces comprendo porqué hay tanto egoísmo y cada uno busca su cápsula de protección. Entiendo porqué sólo los bichos malos nunca mueren. Y se apoderan del poder y se columpian en nuestras narices enrojecidas. Entiendo que la culpa no la tienen las pobres arizónicas. Ni los cipreses, que siempre han adornado los cementerios.