Opinión

Chirigota nacional

Hasta ahora podía tener algo de gracia, sobre todo si uno es amante del humor negro, pero en las últimas semanas, la política española se ha convertido en una chirigota gaditana. Entre el colchón del matrimonio Sánchez y la dislexia del resistente para las citas célebres, los rumores sobre la vida sentimental de Rivera, analizados lo mismo por afamados analistas de sesudas tertulias que por especialistas de medio pelo en cotilleos rosas, los adjetivos imaginativos que se aplican los unos a los otros a ver quién hace la gracieta más ingeniosa, y la mentira descarada, ya totalmente consentida como arma electoral, la precampaña empieza a parecerse más a un espectáculo del torero bombero que a una exposición sería de ideas y programas. La declaración de principios del manual más chapucero jamás publicado sobre las primeras decisiones de un presidente, ya ha sido objeto de toda clase de mofa (y con razón); la vida sentimental de los líderes debería importarnos un bledo; los insultos está demostrado que terminan volviéndose contra quien los profiere y las redes sociales no dan a basto ridiculizando a unos y otros. Sin embargo, nadie se aplica el cuento y todo apunta a que en esta guerra volarán los chalets, los somieres (literales y metafóricos), la momia del dictador, los vetos, el Falcon, las sociedades limitadas, las bodas comunistas de chaqué, el 155, las alianzas pasadas y futuras y las decisiones judiciales, todo junto y revuelto. Hoy más que nunca los ciudadanos tenemos la sensación de ser una ficha de casino que los distintos partidos se juegan, como ludópatas desquiciados, sobre el tapete de las urnas; y no es por ser agorera pero ya conozco a unos cuantos fieles votantes de distintos partidos que, ante el esperpento, han tirado la toalla y andan haciendo planes para el 28 de abril que no pasan por visitar el colegio electoral de turno. Avisados quedan.