Opinión
Tragedias anunciadas
Estoy impresionada por lo ocurrido en mi barrio. Lo de ese chico, con carita de bueno y aspecto de pijo, que mató a su madre. Una mujer de unos cuarenta kilos, sesenta y seis años, que parecían bastantes más, y, según dicen, alcohólica. No sé si de antaño o desde que su vástago la empezó a golpear noche y día. Estoy impresionada, pero no asombrada. Lo que me asombra, viendo lo que veo entre calle y visillos, es que no haya más tragedias provocadas por desquiciados.
Este mundo desarrolladísimo propicia todo tipo de perturbados con acceso, además, al alcohol y otras drogas caníbales. El mundo este nuestro se hace sociópata y ni las autoridades ni los ciudadanos sabemos cómo pararlo. ¿O es que no queremos darnos cuenta? A ese chico adicto y canalla que mató, descuartizó y se comió a su madre, nadie le frenó. Tenía muchas denuncias de ella por maltrato. Tenía fuerza. Tenía alguna enfermedad, quizá desconocida. Porque hay enfermedades y lesiones neurológicas que apenas se conocen y que brotan con conductas violentas hacia los más cercanos. Pienso, por ejemplo, en el trastorno del espectro alcohólico fetal. Lesión cerebral con la que nacen algunos niños, de apariencia normal, cuya madre bebió alcohol durante el embarazo. ¿Desde cuándo bebía la madre del caníbal?
Seguramente no es el caso. Pero quizá sí en otros casos de maltrato de hijos a padres. Seguramente esta mujer frágil no sabía que su hijo era un enfermo tan peligroso y sólo creía que era malo. Malo sí, pero su hijo. Muchas denuncias puso la madre, ahora asesinada y devorada. Muchos vecinos y conocidos espantados. Todos impresionados hasta el tuétano. Pero ninguno pudimos evitar la tragedia. Corrimos las cortinas.
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