Opinión
El coronel
El coronel de la Guardia Civil don Diego Pérez de los Cobos ha dado un ejemplo de serenidad, inteligencia, profesionalidad, conocimiento, buena educación y respeto al Tribunal y a los abogados defensores de los acusados golpistas de muy difícil olvido. Los abogados, todos ellos ilustres juristas, han quedado muy mal, y algunos de ellos, nerviosos e intelectualmente destartalados, parecían haber estudiado sus carreras mediante cursos por correspondencia.
Sus respuestas a las preguntas de los defensores de los acusados por rebelión y sedición no se han sometido ni a dudas ni a titubeos. Respuestas secas y contundentes. Para mí, que sus defendidos habrían preferido que sus letrados se abstuvieran de preguntar tantas tonterías inadecuadas y argumentar sus cuestiones con ensaimadas absurdas. En un momento dado, y a pesar de las brillantes puntualizaciones del presidente del Tribunal, don Manuel Marchena, pareció que los acusados principales eran el coronel Pérez de los Cobos y los guardias civiles y agentes del Cuerpo Nacional de Policía desplazados a Cataluña para impedir sin violencia un refrendo ilegal. En una democracia, nadie ni nada están por encima del cumplimiento de la ley, pequeño detalle que tendrían conocer tan afamados letrados cercanos al independentismo.
El coronel llevaba una carpeta verde con documentos que no abrió ni consultó durante su comparecencia como testigo. Se sabía de memoria todo el contenido de su documentación. Más que un prestigioso coronel de la Guardia Civil se me antojó un teniente general. Cortesía e inteligencia, además de su probada profesionalidad. Después de las blandas y sospechosas comparecencias de Rajoy, la de Valladolid y Zoido, y de la más adecuada de Millo, la voz del coronel Pérez de los Cobos ha devuelto la dignidad a la figura de los testigos. Es posible, dentro de lo que cabe, que en un futuro no muy lejano, Rajoy y Soraya se vean sentados en el banquillo de los acusados por premeditada inacción traidora. Pero ha quedado claro, después de la presencia del coronel, que los acusados se acostarán a partir de ahora con las ilusiones y las esperanzas mucho más adormecidas que en jornadas pasadas. También Montoro mintió a sabiendas de que lo hacía cuando aseguró que ningún euro proveniente de Hacienda había sido utilizado por los golpistas. Y pocos han escrito que la actuación del coronel como coordinador de las Fuerzas de Seguridad del Estado, desplegadas en muy reducido número por el ministerio del Interior, y su clara acusación de traición y complicidad con el independentismo violento del Mayor Trapero, cínico esbirro de Puigdemont, fue además de eficaz, heroica. Como fue heroico el comportamiento de los guardias civiles y policías nacionales que han tenido que soportar las encadenadas mentiras e injurias de esta pandilla de indeseables que se sientan en el banquillo del Tribunal Supremo. Faltan, en mi opinión, algunos testigos. Los falsos heridos, los monigotes de la propaganda, la tía de los dedos machacados, principalmente.
Un guardia civil no miente. Se puede equivocar, pero nunca con su verdad. Ni miente, ni se esconde, ni prostituye su palabra. Mientras seguía por la red la comparecencia del coronel, apenas se produjeron comentarios de los independentistas. Creo que se sentían avergonzados con la baja calidad de las defensas de sus ídolos golpistas. O quizá, más avergonzados de comprobar como un señor calvo, correctamente vestido, sereno, inteligente y profesional, fue desmontando una a una todas las patrañas del independentismo.
Se presenta interesante el juicio en la Audiencia Nacional del Mayor Trapero, al que espero se le esté vigilando para que no aparezca un día conviviendo en Waterloo con el cobarde, forajido y mentiroso de su jefe.
¡Bien por nuestro coronel! Nuestro, sí, de todos los españoles y de la Ley.
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