8M..

Ya está. Se acabó el 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer desde 1911, aunque no fue hasta 2018 cuando empezamos a llamarlo 8M, que es una abreviatura que solo se utiliza para fechas solemnes. Ayer salimos a la calle, hicimos huelga bajo un lema un tanto pretencioso – «Si nosotras paramos, el mundo se para»– porque si hay algo evidente es que aquí no se para nada a no ser lo hagan las eléctricas y las compañías de telefonía. Hemos pedido igualdad; hemos reivindicado oportunidades; hemos gritado en contra de los asesinatos machistas, todo en un día. La pregunta es qué pasa hoy. ¿Si este humilde 9 de marzo, el Observatorio Social de «La Caixa» vuelve a hacer el experimento de enviar currículos semejantes en formación, experiencia, y número de hijos pero unos firmados por mujeres y otros por hombres, se encontrará con que las mujeres ya no tienen un 30% menos de posibilidades de ser contratadas, que es lo que revelaba su último informe?

¿Ya no hay mujeres asustadas, maltratadas, acosadas, violadas o menospreciadas? ¿Acaso hay una orden judicial dictada esta misma mañana contra todos lo puticlubs y bares de carretera en los que se sabe a ciencia cierta que hay mujeres retenidas por las mafias?. Seamos realistas: hoy, día 9, todo sigue igual que el 7. Hace un año, las mujeres creímos haber conseguido un antes y un después en la reivindicación de lo que nos corresponde, pero si echamos la vista atrás, en estos doce meses nos encontramos con otras 47 mujeres asesinadas, con manadas de manadas de violadores y con el informe del Observatorio de «La Caixa» que, por cierto, es de este mismo mes. Lo del Día está muy bien, pero o nos ponemos las pilas los otros 364, o el único logro que habremos conseguido es que al 8 de marzo le llamen 8M.