Opinión
Ridículo varapalo
Hoy he amanecido con una buena noticia, de la que tan sólo se ocupa ABC. El Tribunal Supremo obliga al ministerio de Defensa, el de las leonesas, a readmitir con todos los honores al vicealmirante Alfonso Gómez y Fernández de Córdoba, obligando a Margarita Robles y la señora Amparo Valcárce a hacerlo en un destino relevante, propio de su categoría. Cuando el deber de un militar se confunde con el machismo, y se adoptan decisiones histéricas y ováricas que afectan al prestigio de un marino ejemplar, suceden estas cosas.
El vicealmirante dirigía las oposiciones de Psicología. Dos aspirantes fueron descartadas por lucir tatuajes visibles en los empeines y piernas, expresamente prohibidos en las reglas por el uso de la uniformidad femenina con faldas. Las reglas no las había aprobado, ni redactado, ni defendido, ni reprobado el vicealmirante. Se limitó a cumplirlas escrupulosamente. Pero las tatuadas interpretaron que esa decisión del vicealmirante era desproporcionadamente machista, y denunciaron a don Alfonso. La ministra, el subsecretario y la directora general de Reclutamiento y enseñanza Militar, determinaron con iracundia el forzoso pase a la reserva del vicealmirante, al que le restaban cuatro años más de servicio activo como consecuencia de su brillante expediente profesional.
Un auto del Supremo suspendió cautelarmente el pase a la reserva del vicealmirante, que fue destinado a un despacho del ministerio de Defensa tan deshabitado como el contenido de su función. Pero el 18 de marzo, anteayer, el Tribunal Supremo concede toda la razón al vicealmirante, considerando que su destitución es «contraria a Derecho», y obliga a las leonesas y al subsecretario a readmitirlo plenamente en un destino relevante. Un ridículo total de un trío de altos cargos del ministerio que ignoran los principios, los valores y las normas de cumplida obligación de los militares. En otra sociedad, Margarita Robles, el subsecretario – algún nombre tendrá-, y la señora o señorita Valcárce habrían presentado su dimisión. No obstante, cuando la señora Robles forma parte del Gobierno de un mentiroso, un derrochador y un cómplice de los separatismos y los herederos de la ETA, no se siente obligada a dimitir por un simple y contundente varapalo del Tribunal Supremo.
El vicealmirante don Alfonso Gómez y Fernández de Córdoba coincidió en su juventud con la ministra de Justicia María Dolores Delgado en las caras aulas del colegio Alameda de Osuna. Coincidieron con toda seguridad, pero no en la elección de sus caminos. Alfonso Gómez eligio el servicio a España y la reverencia ante el honor vistiendo el uniforme de la que tendría que denominarse Real Armada Española. Y Dolores Delgado optó por el Derecho y la amistad con Baltasar Garzón, el comisario Villarejo y Pedro Sánchez, senda o carril con muy diferente calidad de público. En Defensa – la mayor responsable es la ministra-, atribuyen la injusticia a doña Amparo Valcárce, de quien se dice que su feminismo le ha llevado a aborrecer a los hombres guapos y bien uniformados, y a Dios doy gracias por no haber coincidido con ella cuando el que escribe lucía su uniforme de Cabo Primero del Ejército de Tierra en Camposoto, San Fernando, Real Isla de León, en donde mi juvenil apostura hizo estragos.
Destituir por capricho o el histerismo de dos aspirantes ajenas a las normas a un vicealmirante de la Armada es acción de una gravedad alarmante. Claro, que el teniente general Mena fue tratado con similar descaro por Bono, acusado de cometer un grave delito. Leer dos artículos de la Constitución Española de 1978, la nuestra sí, la de todos.
Destino relevante. El vicealmirante ha perdido un año por ser víctima de una lacerante injusticia. Le quedan tres. Más años –espero-, de los que les restan a las leonesas y al calzonazos del subsecretario en el ministerio de Defensa.
Buenos días, vicealmirante.
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