Opinión
Icetín
«Llenábase de hormigas la cintura/ y le daba buen ritmo a las cosquillas./ Danzaba con el son de la dulzura/ izando y arriando sus tetillas». Estos hermosos versos de Quevedo que termino de inventarme me traen la imagen de Iceta en sus demostraciones de frenéticas danzas. Iceta no es sardana, sino espasmo, volcán en erupción, lava ardiente, y playa deambulada. Para mí, que ha errado en su camino. Y ha perdido libertad. De ser Iceta, también conocido por sus compañeros de partido como Icetín, libre como el viento y el vuelo de las mariposas, nada tendrían de particular sus vaticinios separatistas. Como político socialista y máximo representante del PSOE en Cataluña, sus opiniones crean escándalo y rechazo. No son oportunas, por mucha verdad que contengan. Una de las mujeres más inteligentes que he conocido y querido, Adela Güell y Ricart, nacida en el Palacio de Pedralbes , barcelonesa por ello, Baronesa de Güell y Marquesa de Macmahon, vecina de Guecho y dueña, además de su cultura, sabiduría y humor, de la casa más más prodigiosa del norte de España, «Gerramolinos» en la comillana ría de la Rabia, conocía muy bien a sus paisanos. Y una mañana, tomando el aperitivo, me regaló la lección de sus conocimientos, con más de noventa años cumplidos. «En Cataluña hay tres modelos de separatistas. Los que lo son y lo reconocen. Los que lo son y no se atreven a reconocerlo. Y los más peligrosos. Los que lo son y no lo saben».
Tengo para mí que Iceta forma parte del tercer grupo. El socialismo en Cataluña se ha especializado en poner huevos en todas las cestas, pero su cesta preferida, la que alivia sus complejos charnegos, siempre ha sido la cesta del separatismo. Los Maragall, catalanes y nietos del aceptable poeta Joan Maragall, autor de la «Oda a España», han sido activos visitadores de cestas, hasta que al fin, el hermano menos listo, Ernest, se ha abrazado de golpe al separatismo más extremo. Iceta es más inteligente que Maragall, y se ha guardado mucho en desnudarse en el vestuario. Pero sus comportamientos, sus saltos de acera, sus contradicciones y sus votos sumisos, ya habían anunciado la emigración del pájaro. Y ahora, al fin, lo ha dicho, los ha reconocido y ha dejado en mal lugar a su jefe supremo, Pedro Sánchez, fundador del cuarto modelo del separatista catalán. El que , sin ser catalán, por su antiespañolismo, es separatista catalán.
Iceta no ha elegido bien el momento de exponer sus sinceridades. Iceta conoce como pocos el nivel de los pactos de Sánchez con los partidos independentistas de su tierra. De la suya y otras tierras, porque en una grabación recientemente difundida, el etarra y terrorista Arnaldo Otegui ha pedido «a los ciudadanos con nacionalidad española» que voten a Sánchez. El gran problema al que se enfrenta España en las próximas elecciones no es otro que el de su permanencia intacta como nación unida. Si Sánchez supiera que mutilando más de mil años de unidad efectiva tendría asegurado su hospedaje en La Moncloa, Sánchez mutilaría sin piedad a España. Lo que Iceta ha reconocido, con la aprobación de Sánchez o sin ella, es lo que hubiera dicho Sánchez si no tuviéramos las elecciones rozándonos las narices. Aministías e indultos para los golpistas condenados, retorno con todos los honores de Puigdemont a España, referendos pactados y desmembración de España. La Constitución al vertedero, y La Corona, la gran garantía de la unidad de todos los españoles, de nuevo al exilio. Claro, que algo podrá decir Europa, la gran cobarde.
No pretendo incidir en la intimidad de Iceta. Fue Iceta el que tuvo la valentía de salir del armario y reconocer su condición de «gay». Al gran «Panzas», Luis Escobar, marqués de las Marismas del Guadalquivir, también «gay» le horrorizaba la nueva voz: «Yo, de ''gay'', nada de nada. Yo soy marica de los de toda la vida». Pero a cuento viene lo que sigue. «El problemón –muy suyo-, que tenemos los maricas es que hablamos demasiado».
A Iceta, del que todos sospechábamos simpatías ocultas, le ha sucedido lo que tanto temía Luis Escobar. Que ha hablado demasiado y a destiempo. Las ideas hay que respetarlas. Nadie delinque en España por defender una idea, un sentimiento o exponer una opinión. Y si Iceta cree en verdad en la inminencia de la independencia de Cataluña, hay que respetar sus creencias. Pero quizá los socialistas, el PSOE y el PSC, tendrían la obligación de decir o hacer algo al respecto. Sucede que la mayoría de sus dirigentes piensan lo mismo que Iceta, aunque no hayan tenido la valentía de manifestarlo públicamente. Ahora, después de hablado, a Iceta le queda el camino de Ernest Maragall. Acomodarse tranquilamente en la cesta independentista.
✕
Accede a tu cuenta para comentar