
Opinión
Berga
Jordi Pujol presentó en octubre de 1990 el «Programa 2000» para inocular el sentimiento nacionalista en la sociedad catalana con el fin de lograr la independencia de Catalunya en 30 años. Objetivo prioritario planeado a través de un férreo control de todos los ámbitos, destacando la infiltración de militantes nacionalistas en puestos clave de los medios de comunicación y de los sistemas financiero y educativo, haciendo constantes referencias a un ámbito geográfico –los Países Catalanes– que sobrepasa los límites del Principado y se extienden a la Comunidad Valenciana y a las Illes Balears. Y han conseguido una parte importante de sus objetivos, al menos en lo que se refiere a que el sentimiento separatista en las zonas catalanoparlantes sea mayoritario, cuando no, unánime. Y el caso de Berga es significativo. Berga tiene 16.000 habitantes, con un índice extremadamente bajo de personas procedentes de otras zonas de España. En Berga gobierna la CUP desde el 2015 y se ha convertido en la capital del independentismo más combativo, donde cuatro de cada cinco votantes votaron por partidos separatistas, y el ambiente es asfixiante para un constitucionalista que se pasee por sus preciosas calles.
Pero Berga se asemeja a la Sicilia descrita por Giuseppe Tomasi de Lampedusa en la imprescindible «Gatopardo» –cambiarlo todo para que todo siga igual. Porque Berga representa el inmovilismo de sus gentes, apegadas a las tradiciones rurales, a la lengua y a sus costumbres, con una innata capacidad para adaptarse a lo largo de la historia y conservar su influencia y poder.
A finales del siglo XVIII, en las tabernas catalanas se brindaba siempre con: «Bon dia a tot lo món, menys als de Cervera, Manlleu, Berga i Tagamanent», y es que Berga fue la ciudad con el mayor número de «botiflers» (traidores a la patria) que se recuerda, entusiastas partidarios de Felipe V el Borbón en la guerra de sucesión al trono de España. Berga fue la capital del antiliberalismo catalán y después del carlismo, destacó en su acendrado españolismo en los enfrentamientos con el ejército napoleónico (1808-1812), contra los liberales del trienio (1820-1823) y la guerra de los agraviados o malcontents (1827) contrarios a las veleidades reformistas del absolutismo fernandino. Capital del fanático antiliberal y beato compulsivo Carlos d’Espagnac, recordado como el responsable de ejecuciones sumarias, numerosos destierros, innumerables multas y vejaciones y de disparatadas acciones justificadas por su animadversión enfermiza hacia lo liberal.
Luego Berga sería monárquica, Berga sería regionalista de derechas, Berga fue entusiásticamente franquista, Berga fue nacionalista de derechas. Hoy Berga es separatista de extrema izquierda.
Como en el Gatopardo, para que todo siga igual, todo debe, aparentemente, cambiar.
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