Opinión
Comprenderse
Regreso de Argel. Ese país cercano, desconocido e inseguro. Pero el Instituto Cervantes estaba detrás y me lancé al vuelo. Me alegro de haber ido. También de haber vuelto sana y salva. La noche de mi llegada, mientras cenábamos en un restaurante del centro, supimos que había dimitido el presidente Buteflika, después de 20 años en el poder. Al poco, la calles se llenaron de gente y cánticos, coches y pitos. Yo, en mi ignorancia, no sabía si era fiesta o bronca, ni como podía acabar aquello. Sobre las tres de la mañana cesó la algarabía y conseguí dormir. Al día siguiente me llevaron a la «casbah», regreso aún más al pasado. El ambiente era tranquilo. Solo los hombres caminaban o tomaban sus infusiones y nos sonreían con cortesía. El cielo, el mar, el blanco de las casitas, contrastaba con los vestidos monjiles y oscuros de alguna mujer que se asomaba a su puerta.
Por la tarde, en el Teatro Nacional, representaban una obra mía en francés. En el imponente teatro nos esperaba un convite de pasteles riquísimos y muchos periodistas. Me preguntaban cosas extrañas que yo contestaba como podía. Estaba claro que no era fácil comprenderse. Comenzó la función y el elenco saludo en cinco idiomas, diciendo: «Bienvenidos al vuelo Paloma Pedrero». Las actrices llevaban velo. La comedia perdió el humor y habían censurado la escena principal. Pero el coraje, el talento y el entusiasmo estaban tan a flor de piel en esos artistas, que me sentí muy afortunada. Aunque allí apenas se tocan, cuando me llamaron a saludar al escenario y, siguiendo mi inclinación, abracé a todo el equipo, ¡por fin lo logramos! Nos comprendimos en ese lenguaje universal: el del agradecimiento y el respeto.
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