Opinión

Picachu

Volver de la feria de Sevilla es sentirse renovado, con los poros rebosantes de amistad, de gente buena, noble y generosa; con la cabeza limpia de malos rollos, repleta de ganas de hacer cosas. Es lo que tiene estar con personas que nos hacen sentir bien, que nos impulsan hacia arriba en lugar de hundirnos y comernos la moral. Los buenos son los «Picachus» de nuestra vida, compañeritos que contribuyen a nuestra felicidad y hasta a nuestro éxito. Que se lo pregunten si no a Sánchez, que ha encontrado al Picachu ideal, que apareció un buen día en su camino, en el camino de un fracasado a quien no querían ni en su propio partido, y miren ustedes ahora que anda Falcon arriba, Falcon abajo, viviendo en Moncloa con colchón nuevo y veraneando ora en Doñana, ora en La Mareta, en Lanzarote. Pues sí, señores, este Picachu divino se llama en realidad Iván Redondo, otrora Picachu del pringao de Rajoy, artífice de todos los males que estamos padeciendo mientras él firma compra-ventas de casa en Santa Pola, donde los mejores langostinos de Guardamar. O ya en Galicia, pues creo que le han dado el traslado. Y nosotros con estos pelos, porque ya no podemos ni pagar la luz del secador.

Pero vayamos a Picachu Redondo, esa especie de hada madrina que consiguió lo que nadie podía ni imaginar. Digamos que ya Sánchez nunca se atreverá a dar un paso sin él (si yo estuviera en su pellejo, tampoco). Todos deberíamos tener un Picachu en nuestra vida. Este ser extraordinario fue el artífice del diseño en campaña de más de cincuenta modelos de cartas que fueron enviando a distintos sectores de la ciudadanía, a distintos modelos de votantes para promover el sufragio socialista. He de confesar que a mí no me llegó ninguna, me deben tener muy fichada, y eso que en mi lista de amigos ha habido siempre muchos sociatas, pero, claro, sociatas de verdad, no de boquilla: Enrique Múgica, Pepe Barrionuevo, Pepe Carvajal (q.e.p.d.) y por ahí. Los históricos, ya digo.

La campaña electoral se ha publicitado de la mejor manera posible, y ahora con las elecciones regionales y municipales está ocurriendo exactamente lo mismo: los creativos más evolucionados, bajo la batuta de Picachu Redondo, a quien algunos miembros del partido quieren levantar un monumento, y con toda la razón del mundo, ya que desde los tiempos de Felipe González el PSOE no había exprimido el concepto de España de esta manera.

Luego está la magnífica idea de las mujeres como principal objetivo de la campaña, las mujeres de los años sesenta, las del baby boom, aunque repito que yo no he sido considerada destinataria adecuada y no he recibido ninguna misiva. Tampoco mi hija, ni ninguna amiga, pero es que es muy difícil convencer de algo a quienes sabemos hasta dónde podemos llegar, y no es que yo lo diga porque sí, sino porque la siguiente generación también lo tiene claro y no les venden los abalorios como si fueran indiecitas del Amazonas. Es curioso cómo se integran los muchachos de las edades de nuestros hijos en los ambientes de quienes somos los padres, y nada tiene que ver la relación de parentesco, sino porque se sienten identificados con el pensamiento de quienes en estos momentos abanderamos una generación que decide, y mucho, el destino del país. Por eso nos preguntamos por qué algunos respaldan a quien sin duda está dispuesto a formar una coalición de ultraizquierda que nada bueno puede traer al devenir de un país que siempre está en la cuerda floja del empleo/desempleo, prima de riesgo arriba y abajo y llamadas al orden de los que manejan la economía del Viejo Continente. Hasta ahí, por el momento, Picachu no llega.