Opinión
Inocentes
Como saben algunos, una de mis labores primordiales es enseñar teatro a personas desamparadas a través de la ONG Caídos del Cielo. Claro, no solo hacemos teatro, el teatro es la herramienta que nos permite conocernos mejor, acompañarnos, divertirnos, esperanzarnos, perdonarnos, escucharnos, querernos y recuperar la inocencia. Decía Krishnamurti: «La inocencia en sí misma es pasión. El inocente no tiene dolor, ni sufrimiento, a pesar de haber tenido miles de experiencias. No son las experiencias las que corrompen la mente, sino el rastro que dejan, el residuo, las cicatrices, los recuerdos. Todo esto se acumula, se amontona y entonces empieza el dolor». Por eso el arte es tan importante en la vida, su práctica consigue que la experiencia dolorosa se transforme en belleza, en algo admirable que ha salido de ti y te ha sanado, que regalas a los otros y les sana también.
La vida diaria nos llena de experiencias, algunas amargas, y no podemos escapar de ellas; pero lo que hemos de conseguir es que no arraiguen en nuestra mente, que no se conviertan en tormento o resentimiento. Y esto se conquista con herramientas de la conciencia: darse cuenta del dolor, desenmascararlo, transformarlo a través de diferentes vías como la meditación, el ejercicio de la compasión, la creación... Hay maneras para vivir más plácidamente cada día, maneras que hay que practicar a cada momento. Cuando te sientes querido y cuando no.
Siento como mis Caídos del Cielo más mayores han vuelto a la inocencia, y lucen el alma cristalina, y sienten así la pasión por la vida. No recuerdan lo malo del ayer. Porque como decía el maestro: «La única salida es que uno muera cada día a todos los ayeres».
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