Opinión

Mis objetos favoritos

Tengo pocos. Creo que si un día entrara un ladrón y me los robara todos apenas iba a echar de menos unos cuantos. De modo que voy a hablar de esos. Mi almohada. Sin mi almohada de 25 años me costaría vivir. Lo he intentado ya, he comprado de esas modernas de todas las formas y ventajas, según el comerciante, pero me resulta imposible cambiarlas por la mía. Porque la mía no es un objeto sin alma, es un objeto con mi alma. Conseguí, por recomendación médica, desprenderme del viejo colchón, y todavía le extraño. Pero de la almohada no puedo. Ella, esa cosa mullida, me ha acompañado a ser yo media vida. Ella, esa cosa aplastada por mi, estrujada, arrojada, abrazada..., tiene mi olor, mi sabor, mi color y mi peso en sus manos dóciles. Ella, y se lo voy a contar, luchó denodadamente por mi vida.

Hace seis años, cuando un infortunio médico me llevó a una sala de reanimación durante cinco semanas, cuando le dijeron a mi familia que tuviesen el móvil a mano por si había un funesto aviso, cuando me negué a ver el túnel pero vi que quería vivir más, ella, mi almohada, vino a acompañarme al hospital y luchó conmigo fieramente. Apenas pude hablar me quejé del daño que me hacía el almohadón hospitalario con olor a lejía.

Las enfermeras, casi todas ángelas, le dijeron a mi familia que me trajesen mi almohada. Y allí estuvo sujetándome la cabeza y el corazón cuatro semanas infernales. Doblándose para mí, cantando para mí, rezando por mí. Besando mi pelo. Así que, si vienen ladrones a mi casa a robar, que no toquen mi almohada. A ellos les arañaría.