Opinión

Trabajo y temporal

Pues debe de ser verdad que el trabajo temporal, lejos de ir menguando, se encuentra en su máximo apogeo. No hay más que ver al gobierno, que ha este paso va a estar más tiempo en funciones que funcionando, con el comecome de no saber si habrá o no renovación de cuatro años en septiembre. O a su líder, en ese sinvivir de desconocer si serán estas sus últimas vacaciones en las Marismillas, si volverá como presidente fetén o si el verano próximo tendrá que compartir el palacio en régimen de multipropiedad con la familia Iglesias/Montero.

Por si las moscas, apura sin apuros los días de asueto, sol y sangría que él mismo se ha concedido porque las investiduras fallidas generan un estrés muy notable y las vacaciones son sagradas aunque el país esté manga por hombro. Parece que la próxima semana, Sánchez, moreno de verde luna y chiringuito, retomará su agenda de reuniones con colectivos sociales a ver si por ahí acogota a Unidas Podemos que no está precisamente feliz después de que el PSOE le haya vuelto a dar calabazas. Eso sí, sin agobios porque a nadie se le escapa que en el peor de los casos con las susodichas reuniones lo que está haciendo el candidato a seguir presidiendo el gobierno es una campaña electoral formidable. Dicen que con el primer chaparrón de la segunda quincena de agosto, el verano empieza a recoger velas.

Septiembre está a la vuelta de la esquina y habrá mucho contrato temporal que caduque. La duda ahora está en saber si el Ejecutivo de Pedro Sánchez tendrá trabajo fijo o se enfrentará sin firmar la nómina al temporal que se vecina con la Diada, la sentencia del «procés» y la amenaza del Brexit.