Opinión
Ganando tiempo
No sé de qué se extraña el PSOE, a no ser que pensase que el monte de orégano de la moción de censura era un regalo «ad eternum». Si lo hubieran hecho al revés, ofreciendo primero un Gobierno a la portuguesa y, tras la investidura fallida, poniendo sobre la mesa de negociación con Unidas Podemos la famosa vicepresidencia social y un par de ministerios, a lo mejor habría colado, pero ¿en qué cabeza cabe pensar que alguien va a picar un cebo de miga de pan cuando antes se le ofreció una lombriz y no se la tragó? Desde el minuto uno en que la portavoz Isabel Celaá anunció que el Gobierno de coalición eran lentejas, o las tomas o te olvidas, quedaba claro que para el presidente del Gobierno en funciones Pedro Sánchez, que no quiso ir a las urnas inmediatamente después de la moción de censura a Rajoy, unas nuevas elecciones en otoño no suponen una línea roja. Sabe que las encuestas demoscópicas le siguen favoreciendo, que a los de Pablo Iglesias les ha metido en una disyuntiva que les va a costar votos hagan lo que hagan y que es muy posible que a Ciudadanos también. Si se diera el caso, que parece que ya no es tan descabellado como algunos pensaban, todo son ventajas para él y su partido por mucho que los resultados de una nueva cita electoral probablemente no resuelvan nada.
Mientras tanto, hace campaña con todos esos colectivos sociales que le pueden engordar el número de escaños en detrimento de sus rivales más directos que son, casualmente quienes ahora se niegan a ser socios de la empresa sin sillón en el consejo de administración. Si Unidas Podemos cede ahora a cambio de menos de lo que ya rechazó en la primera investidura de julio, se hunde en la miseria. Y mientras pasan los días, Sánchez gana... aunque solo sea tiempo.
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