Opinión

Hombres maduros

Estoy tan acostumbrada ya de que no estén donde yo suelo estar que no me sorprende. Sí, les veo por la calle, en los supermercados, en la televisión, en los lugares de poder, en los bares... Pero donde yo estoy más a gusto hay muy pocos. Yo estoy en una oenegé enseñando artes escénicas y la mayoría, tanto del voluntariado como del alumnado, son mujeres. Estoy en los teatros o en los cines; aquí solo hace falta echar un vistazo a cualquier patio de butacas un día cualquiera. En los talleres de baile, canto, yoga, pintura... están ellas. Estoy también en los parques paseando a mi perra. Ahí, aunque hay más caballeros, las tertulias son más de féminas. Y solo en los cánidos hay paridad. En los viajes hay muchas parejas, sí, pero también numerosas amigas solas que disfrutan de su tiempo o de su jubileo sin varón.

¿Y en las redes? Ellos están, aunque la mayoría a su bola. Vean una foto de cualquier mujer normal y después miren quiénes la piropean principalmente: otras mujeres.

Pasear me encanta y si no hay campo cerca, hago largas caminatas con mis amigas. Recorremos calles para hacer compras, aunque no siempre compremos. Caminamos mientras hablamos como si no hubiera fin. ¿Y donde están ellos? A veces coincido en algún evento, en algún estreno o presentación de campanillas, en algún concierto. Pero aunque están físicamente no siento su energía.

Es como si los hombres de ahora no exhalasen masculinidad. O están emparejados o rendidos, o emiten solo ante las jóvenes sensuales, quizá. A veces, hay algún valiente que disiente y se muestra.

Y yo me alegro de saber que alguno existe. Como un símbolo.