Opinión

Una, dos y tres

«Una, dos y tres,/ una, dos y tres./ Lo que usted no quiera/ para el rastro es». Así recitaba y cantaba el trovador Patxi Andión, hace tantos años que yo debía ser hasta jovencita. Y como el rastro se muestra el partido socialista en la actualidad: lo que nadie quiere, para ellos es bueno con tal de garantizar la vivienda monclovita a Sánchez.

Una, dos y tres fotos, las de la Lastra y el ínfimo Simancas con los del bloque nacionalista gallego, el diputado cántabro y los turolenses, estos últimos con el ínfimo a solas, porque a la Lastra le había dado un apretón. Teruel existe, ¡vaya si existe!, no me cansaré de decirlo, pero a la muchacha del minivestido y cazadora vaquera no le parecen con suficiente peso específico. Ahora bien, los votos son los votos, vengan de donde vengan. Ella prefiere las reuniones con los golpistas y los bilduetarras de la mano de Ábalos, con quien forma un tándem tan ideal como el dúo Pimpinela. A él deberíamos recomendarle un poco de dieta porque con esa panza corre riesgo de enfermedad vascular. Lo dice el angiólogo con quien comparto la vida.

Pero vayamos a lo de más arriba. Una, dos y tres. El bueno de Patxi Andión, hombre educado y respetuoso a quien conocí años atrás y a quien no volví a ver, se ha ido antes de que comenzara 2020. Algunas personas deberían durar más. Si bien otrora llevó una vida intensa dentro de lo que fue su vida artística y hasta sentimental por su matrimonio con Amparo Muñoz, la bellísima Miss Universo de final triste y hasta dramático, más tarde se dedicó a un devenir de perfil bajo, a la actividad docente y con una mujer tranquila, también de perfil bajo pese a ser hija de una muy conocida dama. Queda un hueco entre quienes le tratamos, y le recordaremos siempre por su mirada intensa, su voz rota y esos silencios activos en los que le hacían a una sentirse importante por tener espacio para expresarse en plenitud.

Más cosas. El tiempo está fatal y hoy es el sorteo de la lotería de Navidad. Ni lo uno ni lo otro me afectan. Me explico: aprendí en mis años gallegos que el clima no debe alterar mi estado anímico ni mi cotidianeidad, porque en aquella tierra siempre estaba malo. Antes eran galernas, ahora son «danas», pero con que digamos temporal nos entendemos, dejémonos de bobaditas y de terminología moderna.

La lotería tampoco me afecta, porque no juego desde hace años. Cuando trabajaba en la RTVGA me tocó un año un pellizquito, y me creí una reinona absoluta. Pero bien sé que los juegos de azar no son lo mío, que los polvitos mágicos que envuelven a algunas personas no tengo el privilegio de que me sobrevuelen, así que me ahorro el dinero de la inversión y me compro algo con lo ganado gracias a la gimnasia de mis dedos sobre el teclado, cosa que no me frustra en absoluto, sino bien al contrario, me llena de satisfacción, aunque como bien comprenderán, solo me da para algo «low cost».

De criterio «low cost» son también los contenedores/vivienda de la Colau, donde uno se debe sentir una suerte de mercancía que reside en un barco de transporte, no sé. Lo que no es de bajo precio es esa aspiración de no circular con coches no contaminantes, ya que no están al alcance de cualquiera. Aun así, la señora alcaldesa de la Ciudad Condal no habla de subvención para adquirir un vehículo eléctrico. ¿Quo vadis Colau? Lo dicho, una, dos y tres, una, dos y tres/ vayamos al rastro/ a buscar tres pies… al gato.