Opinión

Amadeo de Saboya, hoy

Se cumplen hoy 2 de enero, 149 años del juramento de Amadeo de Saboya ante nuestras Cortes. Un sencillo: «acepto la Constitución –se refería a la de 1869– y juro guardar y hacer guardar las leyes del Reino» le convirtió en Rey de España. Aquella Constitución de solo 112 artículos, consagraba principios de la Revolución «Gloriosa» al recoger en su preámbulo: «La Nación Española y en su nombre las Cortes Constituyentes, elegidas por sufragio universal, deseando afianzar la justicia, la libertad y la seguridad y proveer el bien de cuantos vivan en España, decretan y sancionan….». Retengo los términos afianzar y proveer el bien.

Amadeo (1845-1890) había sido elegido el 16 de noviembre de 1870 con 191 diputados a favor, 101 en contra y 19 votos en blanco. Interesante detenernos en los votos disidentes: 60 Republicanos federales; 27 del Duque de Montpensier; 8 de Espartero; 2 de los Republicanos Unitarios; 2 de D. Alfonso de Borbón; 1 de la República Indefinida y el ultimo de la Duquesa de Montpensier, hermana de Isabel II.

Aceptada en Florencia el 4 de diciembre la decisión de nuestras Cortes, llegaría Amadeo a Cartagena un 30 de diciembre de 1870 cuando el General Prim, su principal valedor, agonizaba a consecuencia de las heridas sufridas el 27 en el atentado de la calle del Turco. Quienes instigaron el atentado, eran conscientes de la incertidumbre que creaban, trágica fórmula de interpretar discrepancias políticas en nuestra Historia, que repetiríamos con Dato, Canalejas, Carrero Blanco y en muchos sentidos el 11-M.

Entraba Amadeo en Madrid el 2 de enero de 1871 dirigiéndose a la Basílica de Atocha para rendir póstumo homenaje al General de Reus, y posteriormente acudir al Congreso de la Carrera San Jerónimo para su investidura. Es bien conocido que su reinado no fue fácil: seis gobiernos en dos años; atentado el 19 de junio de 1872; ataques generalizados en la prensa; Tercera Guerra Carlista; deserciones políticas. Emilio Castelar ya le dedicará su particular bienvenida en la primera sesión de Cortes del 20 de abril: «Visto el estado de opinión, V.M debe irse como seguramente lo hubiera hecho Leopoldo de Bélgica; no sea que tenga un fin parecido al de Maximiliano de Austria», que como sabe el lector, terminó fusilado en México. ¡La muerte siempre presente en nuestras históricas querellas políticas!

Más que abdicar, Amadeo nos dejó: «España vive en constante lucha, viendo cada día más lejana la era de paz y de ventura que anhelo. Si fuesen extranjeros los enemigos, entonces al frente de estos soldados tan valientes como sufridos, sería el primero en combatirlos; pero todos los que con la espada, la pluma o la palabra agravan y perpetúan los males de la nación, son españoles que viven entre el confuso y contradictorio clamor de los partidos, entre tantas y tan opuestas manifestaciones de la opinión pública». ¡Y se fue!

Un honesto empresario de Barcelona, creador de una empresa de prestigio mundial, escribe anualmente unas reflexiones que remite a su amplia familia y a quienes considera amigos. Cita: «lo que siempre me ha hecho perder la paz, no han sido nunca las dificultades, sino la incertidumbre; es como si estuviera escalando una cima difícil, dura, y de golpe me enfrentara a una espesa niebla que me impidiera ver la senda; o en medio del mar habiendo perdido la brújula. Ante esta maldita sensación de incerteza, protestamos, nos manifestamos y más confusión encontramos». Retengo el término incertidumbre. La que vivimos hoy, cuando necesitaríamos todo lo contrario: afianzar confianza y valores para proveer el bien de todos los españoles. Insisto: de todos.

Sobre este escenario de incertidumbre, Gobierno , Oposición, Partidos , Abogacía del Estado, Tribunales Constitucional, Supremo y de Justicia de la UE, Fiscalía, Junta Electoral Central con diferentes ropajes de ambición, postureos, egoísmos y celos. También honestos y valientes actores. Hasta el Consell Nacional de ERC actúa, una vez conseguido por sus negociadores: un «tres a tres, de igual a igual» y huir de mentar la palabra Constitución y lo que representa, sustituida por «crisis y conflicto políticos» o «seguridad jurídica». Por supuesto a las palabras se añaden compromisos, hoy secretos, de reparto de cargos, indultos y prebendas. Por supuesto al festín se suman los bilduetarras y los cínicos egoístas de siempre del PNV, los que dicen que «ni por el forro» quieren ser españoles, dependiendo de la mordida. Y si se tercia, los de León nos aumentarán el censo cantonal.

Me duele esta incertidumbre, cuando asoma el recurso al artículo 102 de nuestra Constitución que trata de responsabilidades graves como la traición. Nunca habíamos llegado a pensar en ello.

¡Lo único que tengo claro hoy, es que Amadeo nos mandaría otra vez a tomar viento!