Opinión

Un fantasma en la investidura

Pedro Sánchez, desconfiado hasta el final, tuvo que llamar a rebato a su tropa en el Congreso la víspera de Reyes, antes de la primera votación. Inés Arrimadas y Ana Oramas desde la tribuna –y muchos más fuera de ella– apelaron a algún diputado socialista «valiente» que impidiera la investidura. Sudores fríos y risas histéricas recorrieron la bancada del PSOE, mientras el fantasma de que alguien saliera respondón sobrevolaba la dirección socialista. Sánchez debía albergar alguna duda porque lanzó una dura advertencia a los suyos sobre el transfuguismo y, además, puso a trabajar a sus perros de presa para unos, guardianes para otros, del Grupo Parlamentario. Tras la caída del caballo de Revilla, porque se juega votos en su tierra, y los escrúpulos y temores de Ana Oramas ante Unidas Podemos y los indepes, Sánchez ha vivido sus últimas horas en capilla ante la votación definitiva pendiente de un solitario voto que cambiaría todo. El domingo, antes de la cabalgata de Reyes, el partido estaba 167 –si cuenta la diputada podemita enferma– a 165 y 18 abstenciones. Todo controlado, pero el inquilino de La Moncloa no se fiaba y no quería sorpresas. Un signo de debilidad para sus críticos y táctica previsora, según sus partirarios.

Pedro Sánchez controla el Grupo Parlamentario del PSOE en el Congreso como no lo ha hecho ninguno de sus predecesores en el partido. La inmensa mayoría de diputados socialistas han sido elegidos por él mismo o por su equipo de confianza. Saben que deben obediencia –para tener futuro político/laboral– a sus jefes y no a sus votantes que, en cualquier caso, hubieran votado a quiénes estuvieran en las listas. Es la servidumbre del sistema electoral español, en el que los diputados no responden ante sus electores sino ante su partido. En el Reino Unido, donde ocurre lo contrario, en la votación decisiva, una semana después de las elecciones que ganó Boris Johnson, siete diputados del Partido Conservador votaron contra el Brexit. Los electores de sus distritos son muy pro-europeos y no hubieran entendido otra cosa. Es cierto que a Johnson le sobraban votos, pero tampoco nadie va de Pepito Grillo contra las directrices de sus partido tras una gran victoria electoral. Pueden contarse con los dedos, pero hay diputados socialistas que si dependieran de sus electores –y también por convencimiento– eludirían apoyar una investidura avaladapor ERC y por Bildu. No serían tránsfugas, sino parlamentarios con criterio independiente. No lo harán. Por si acaso, Adriana Lastra y Santos Cerdán, secretario ejecutivo de Coordinación Territorial, se encargaron de que los Reyes Magos dejaran instrucciones muy claras a su tropa y que fueran entendidas. Había que ahuyentar cualquier fantasma que sobrevolara la investidura. Y los ha habido, hasta el último segundo.