Opinión
Agárrame esa mosca por el rabo
«Agárrame esa mosca por el rabo» es una frase que soltamos cuando la cosa está complicada y no sabemos por dónde abordarla. Y eso me está pasando a mí hoy porque no sé cómo acometer esta página en blanco. Muchas veces pienso qué cómodo sería comentar sobre Gloria Camila o sobre los últimos avatares de Belén Esteban, Bigote Arrocet y hasta de Paquirrín, esa fauna que puebla los programas de entretenimiento, pero el destino es inexorable y nos marca la pauta desde que asomamos la gaita a este mundo y no cede ni un ápice, así que vamos allá.
Quienes se las prometían felices apoyando la candidatura de Sánchez –que llega a presidente de la misma forma que llegó a doctor, es decir, a fuerza de chanchullos, papeles por debajo de la mesa con filos terroristas, golpistas y ultraizquierdistas bolivarianos– no se estaban dando cuenta de que estaban cayendo en una trampa muy bien calculada. Tenía mucha prisa en ser investido, en asegurarse el colchón de la Moncloa por otra temporadita y luego ya veríamos. Y mira tú por dónde el televisivo de las pantallas iraníes, también conocido por «el coletas», se ve relegado a una vicepresidencia de segunda categoría cuando siempre creyó que sería co-presidente y así lo hacía entender a sus amiguetes bolivianos, también bolivarianos, a quienes quiso sacar de su refugio en la Embajada de México con antidisturbios españoles encapuchados, algo de lo que tendrá que dar cuenta ante el nuevo gobierno de Bolivia, junto con Zapatero y otros que colaboraron en el ilegal rescate. También su partido tendrá que aclarar determinados puntos de su financiación ilegal por parte de Irán y Venezuela. No todo van a ser mieles en el palacete de Galapagar, porque su compañera sentimental tampoco va a gozar de un ministerio estrella, sino que será el de «Igualdad» el que le toque, cuando daba por hecho que iba a ser la de Trabajo la cartera que iba a exhibir. Digamos que a los podemíticos Sánchez les ha obsequiado con las «Marías» del Consejo de Ministros, el equivalente a aquellas asignaturas que solo hacían bulto en los estudios, tanto del bachillerato como de la Universidad.
Y si antes me costaba trabajo digerir a Celaá como portavoz del Gobierno, más me va a suponer el oír a la choni Montero con su desparpajo, su «¡mi arma!» y su «¡chiqui!» a flor de piel, siempre en la boca, tan salada ella.
Luego está lo de una tal Ione, una secretaria de Estado pro-okupa, eco-extremista y simpatizante de Evo Morales, muy amiga de la ministra de Igualdad, o sea, la de Galapagar. El caso es que nos va a salir bastante caro este gentío pagado con cargo a presupuesto, porque nunca hubo tantos ministros ni tantos secretarios de Estado ni subsecretarios como ahora. Algo así como la pasta que les cuesta a los buenos de los valencianos el gobierno de Ximo Puig, que se gasta un millón al mes en asesores para cuidar de su imagen. Todos ellos del gremio periodístico, para que su nombre esté siempre impoluto ante la opinión pública, no solo nacional sino también europea. Véase, si no, la entrevista publicada previo pago en «The Guardian». Me pregunto qué les importa a los británicos este gobernadorcillo del Reino de Valencia. Pero así es la cosa y así nos la tenemos que tragar, porque es lo que hay, y, como bien dijo Gandhi y hoy me lo recuerda mi amigo el aceitero prodigioso, «si hay un idiota en el poder es porque quienes lo eligieron están bien representados». Por eso a mí no me representa ni el susodicho gobernadorcillo ni el que habita Moncloa. ¡Estaría bueno!
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