Terrorismo
Memoria histórica de ETA
La izquierda demanda no hablar de ETA, pues es una «organización desaparecida». Pero no. Conviene no olvidar ni engañarse. En estas líneas hablamos de datos y los del terrorismo nacionalista vasco retratan la barbarie al servicio del exterminio
Casi todo es concretable en cifras. Lo bueno, lo malo y lo peor. El terrorismo sobresale como la expresión puede que más abominable por parte de personas que perdieron cualquier atisbo de humanidad. Es este un rincón en el que nos dedicamos a presentar cualquier aspecto de la vida, de la actualidad, a través de cifras. Lamentablemente, la historia de ETA está repleta de ellas y todas retratan una singular y abyecta trayectoria de atrocidad y sangre a manos de unos cientos de asesinos y de decenas de miles de personas que alentaron, justificaron y festejaron el tiro en la nuca, el coche bomba o la tortura de gente inocente. Esas 3.571 acciones terroristas, 855 asesinados, entre ellos 59 mujeres y 22 niños, 2.597 heridos reconocidos, 86 secuestrados, 157.000 personas que se marcharon del País Vasco o 15.000 empresarios víctimas de la extorsión son los parámetros, las coordenadas irregulares de un mapa con los trazos más oscuros y terribles de la historia de la democracia española. Hay muchos más números tras casi medio siglo de padecer a estos verdugos, derrotados en cuanto a su operatividad por las fuerzas del orden, los jueces y los fiscales, pero sobre todo hay dolor y deuda con los que ya no están. Vivimos tiempos de memoria histórica, memoria democrática, como lo llaman. Es un vistazo selectivo y tendencioso que ilumina episodios específicos y oscurece otros al servicio de intereses concretos. El de ETA, las víctimas y nuestras héroes es uno de los opacados. Transitamos una época en la que los albaceas de la banda en los años del plomo se sientan en el Congreso e incluso se les ampara por un puñado de votos. Hombres de paz, como Otegi, «héroe de la retirada», como Josu Ternera, en palabras socialistas. El Gobierno marcha codo con codo en defensa de los presos de ETA y el PNV se siente fuerte para pedir el acercamiento de todos los pistoleros presos. La moral de la izquierda ha mudado como la piel de la serpiente. ¿Y las víctimas? ¿Quién las tiene presente, las escucha, las atiende? Se podría llegar a pensar que matar valió la pena y morir fue un sacrificio inútil. No olvidar es necesario; recordar es un deber.
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