Opinión
Coartada y tentación para Sánchez
Oscar Wilde, siempre provocador, defendía que «la única manera de librarse de la tentación es ceder ante ella». Pedro Sánchez, bien aposentado por fin en La Moncloa, contempla el horizonte, mientras acaricia tentaciones, sobre todo si llegan acompañadas de coartadas quizá inesperadas. El presidente del Gobierno piensa –y es cierto– en 2023, que es cuando expira la legislatura, justo el año en el que, en el segundo semestre, le corresponde a España presidir la Unión Europea, algo que sería un plus de cara a unas elecciones. El problema es cómo llegar hasta entonces sin mayorías parlamentarias suficientes, con un Gobierno de coalición en el que en algún momento Iglesias –con el paso de los años– puede ponerse nervioso y siempre al albur de los «indepes» de Junqueras, convencido de que mucho antes de 2023 saldrá de la cárcel.
Pedro Sánchez tiene el compromiso de convocar, cuanto antes, «la mesa de diálogo entre Gobiernos», como insiste en recalcar Miquel Iceta, el líder de los socialistas catalanes, al mismo tiempo que reclama que Torra convoque ya elecciones autonómicas. Todavía más importante para el inquilino de La Moncloa, y en teoría más urgente, es sacar adelante unos Presupuestos Generales, tarea a la que ya se dedica la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, que también dice que «tenemos que ser cautelosos porque primero queremos conocer la opinión de las autoridades europeas».
Sánchez, tras las prisas lógicas por ser investido, no tiene urgencias con «la mesa del diálogo» ni con los Presupuestos. ERC, cuyo objetivo es ganar las próximas elecciones catalanas, tampoco pierde el sueño con los Presupuestos. Todo lo contrario. Debería apoyarlos y Torra y Puigdemont podrían utilizarlo en su contra y son ellos quienes tienen la llave del calendario catalán, por lo menos hasta que el Supremo decida sobre la inhabilitación del presidente de la Generalitat. Sánchez y su equipo, sobrados de reflejos, no se inmutan. Un retraso en aprobar los Presupuestos, bien administrado, llevaría a alumbrar casi conjuntamente los de 2020 con los de 2021. Significa que con una prórroga nada más llegaría a principios de 2023 en La Moncloa o incluso más y ahora, sin Presupuestos, ahorraría equilibrios con ingresos y gastos. Difícil, pero no imposible. Toda una coartada y una tentación que, ya lo decía Oscar Wilde, solo se sortea si se cede a ella.
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