Opinión
Donde hay patrona no manda marinera
Olof Palme, el histórico líder de la socialdemocracia sueca, asesinado en 1986, habría dado –según la leyenda– un consejo a Felipe González cuando accedió al poder en 1982: «Acuérdate de que todo Gobierno es siempre una coalición entre el ministro de Hacienda y los demás y, en caso de enfrentamiento, dale siempre la razón al de Hacienda». Joaquín Leguina, en «El camino de vuelta», ofrece una versión parecida, pero con matiz importante, de la recomendación del sueco: «Un jefe de Gobierno debe entregar al ministro de Hacienda el noventa y nueve por ciento de su confianza, pero ni un gramo más». González, salvo cuando eludió ascender a Miguel Boyer, titular de Hacienda entre 1982 y 1985, a vicepresidente, hizo caso a Palme. Ese mismo gramo de desconfianza es obvio que fue enorme y permanente en el caso de Zapatero y Solbes –precursor de Nadia Calviño como la cara creíble ante Europa–, aunque hay quiénes afirman el entonces ministro de Hacienda se limitaba –hasta que le pareció imposible– a hacer lo que le pedía el presidente y dimitió con más pena que gloria.
Una de las grandes dudas con las que ha empezado a caminar el nuevo Gobierno de Sánchez, que hoy podría alumbrar la estructura y miembros de la Comisión Delegada para Asuntos Económicos, es si optará por emular a Felipe González, con quien no sintoniza demasiado, o a Rodríguez Zapatero, que tampoco es su ídolo, aunque quizá le resulte más útil. Además, también debería quedar claro pronto si hay algo de «tanto monta, monta tanto, Calviño como Montero» y más en un Gobierno de coalición. Nadia Calviño es vicepresidenta; María Jesús Montero, orgullosa de que el taconeo –en su equipo dominan las mujeres– sea el sonido de fondo del Ministerio, es titular de Hacienda y portavoz –sobrada– del Gobierno, que es algo así como ser la quinta vicepresidenta y no la menos poderosa. Mejor dicho, la sexta, si se cuenta con el otro vicepresidente de facto, Iván Redondo. Ayer, el FMI propinó un bajonazo a España al reducir el crecimiento del PIB al 1,6% para 2020 y 2021, mientras Nadia Calviño intentaba en Bruselas conseguir flexibilidad con el déficit y eludir un ajuste que sería doloroso, sobre todo para un Gobierno que ha prometido gasto y gasto. No debe esperar milagros. El comisario de Economía de la Unión Europea es el italiano Paolo Gentiloni que hizo sudar tinta al Gobierno transalpino de Salvini y Di Maio y, será flexible, no dará más facilidades que a sus compatriotas. Ese es el límite y España, con un déficit del 2,9% en el tercer trimestre, lo roza. Ayuda sí, pero milagros no, mientras Sánchez debe decidir si «tanto monta, monta tanto, Calviño como Montero» o si, por el contrario, «donde hay patrona no manda marinera», y quién es quién, aunque no lo diga, que ya se verá.
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