Opinión

La orgía del gasto perpetuo

María Jesús Montero, volcánica, social-andaluza y sin duda sentimental, intenta pacificar a las Comunidades Autónomas (CC AA), incluidas algunas gobernadas por socialistas. Los gobernantes autónomos, como siempre, quieren más dinero. Gobernar, al fin y al cabo, es gastar. Reclaman 2.500 millones del IVA de 2017 que no cobraron en su día. Cristóbal Montoro retrasó aquel pago y luego, la ausencia de nuevos Presupuestos lo ha aparcado, quizá «ad calendas graecas». Esos 2.500 millones son apenas el 1,2% del gasto anual de todas las CC AA, pero los Gobiernos autonómicos, desde el del popular Feijóo hasta el del socialista Lambán, están dispuestos a todo con tal de recabar más fondos para gastar. El Gobierno de Sánchez-Iglesias también sueña con gastar. Es popular y da votos y, por eso, en principio debería ser proclive a atender las demandas autonómicas y apuntarse el tanto.

El problema del Gobierno es que debe cuadrar las cuentas y cumplir los compromisos de déficit público adquiridos con Bruselas, que son los que le permitirán volver a pedir prestados en los mercados los cerca de 200.000 millones que necesita este año. Si la ministra Montero cediera y pagara, con cargo a 2019, los 2.500 millones a las CC AA, esa cantidad habría que apuntarla en el déficit, que aumentaría automáticamente 0,25 puntos y rebasaría el 2,5% del PIB que ha sugerido el Gobierno que será la cifra de cierre de año. Esos 0,25 puntos adicionales y algún gasto extra acercaría el déficit al 3% y, con ese dato, ni tan siquiera las habilidades europeas de Nadia Calviño salvarían la cara de las cuentas públicas españolas. Significaría también que, de alguna manera, España volvería a estar «semi-intervenida» por las autoridades de Bruselas, algo que Sánchez ni quiere ni puede permitirse. La ministra Montero, con desparpajo, ofrece más manga ancha con el déficit autonómico los próximos dos años. Patada fiscal hacia adelante. María Jesús Montero, todo un carácter, no es Emma Bovary, pero su decisión evoca el ensayo de Vargas Llosa «La orgía perpetua: Flaubert y Madame Bovary» y sugiere ahora una especie de pequeña orgía de gasto perpetuo. Más adelante, ya se verá.