Opinión

Urkullu, Feijóo y los intereses transitorios

Íñigo Urkullu y Alberto Núñez Feijóo hablaron y no pactaron nada, pero estuvieron de acuerdo en convocar sus respectivas elecciones autonómicas el próximo 5 de abril. Alegan, no sin razón, que después de años de proceso electoral permanente y con la duda de cuándo habrá comicios en Cataluña, mejor ahora que esperar ocho meses, que serían otros tantos de incertidumbre. El vasco y el gallego van a lo suyo, claro, pero aprovechan la oportunidad de hacer un ejercicio de ese «seny» que ahora tantos echan en falta en Cataluña y que, frente a extremismos de todo tipo, puede darles buenos resultados. Urkullu y Feijóo pueden volver a gobernar. El lendakari debe neutralizar las amenazas radicales de Bildu y de la versión euskalduna de Podemos. El presidente gallego sale también de favorito, pero los votantes de Vox –y los despistados de Ciudadanos– pueden lograr el éxito inútil de que la izquierda sueñe con el poder en Galicia. Frente a esos riesgos, Urkullu y Feijóo tienen su mejor arma en el «seny» y en unos intereses permanentes, estables, y en teoría menos oportunistas.

Pedro Sánchez ignoraba la fecha, pero si barajaba la hipótesis de elecciones vascas y gallegas en la primavera, sobre todo desde que Torra dio por terminada la legislatura en Cataluña, aunque mantenga la incógnita de la fecha electoral. El Principado es, cada vez más, «un acertijo, envuelto en un misterio, dentro de un enigma» que es lo que pensaba Churchill de la Rusia de Stalin poco antes de que comenzara la Segunda Guerra Mundial. El inquilino de la Moncloa, que se lo juega casi todo en Cataluña –al menos con «indepes» ante sus agobios parlamentarios–, busca fórmulas para sacar de la cárcel a Junqueras y compañía, aunque el líder de ERC tampoco lo pone fácil, que no se arrepiente de nada y está decidido a reincidir, como dejó claro en su conversación –un éxito de la Sexta– con Évole. El socialista Iceta insiste en que la solución no es que Junqueras siga en la cárcel y Montero, la nueva portavoz, habla de un Código Penal homologable. La fórmula de reducir las penas de la sedición no es tan simple. Los expertos creen que conllevaría reducir también las de malversación hasta el mínimo y, si no se hace, hay medio centenar de cargos y ex-cargos del Govern de Puigdemont y Junqueras, no tan de primera, investigados por ese delito expuestos a condenas superiores a las de sus jefes. «La ley no basta», dijo Sánchez, pero también sabe que no se puede retorcer hasta el infinito. Emile Zola ya explicó que «la Justicia debe mostrarse indiferente hacia las consecuencias elevándose por encima de los intereses transitorios». La política puede ir más allá, es cierto, pero Sánchez corre el riesgo de verse atrapado en «intereses transitorios», mientras otros enarbolan la bandera del «seny» quizá extraviado en Cataluña.