
Opinión
Munda
Me cautiva el leguaje inclusivo. Con gusto escribiría en femenino siempre, como Varoufakis, si no fuera porque la Real Academia de la Lengua Española ordena que se use el masculino, que es genérico y engloba a masculino y femenino. A pesar de que, dentro de poco, hasta los académicos tendrán que aceptar más de dos géneros para este mundo traidor, donde comprobamos (acongojados) que nada es verdad ni es mentira. Y mucho menos los géneros, sexuales o lingüísticos (ya verán…, den un poco de tiempo). Pero, en fin, lo más divertido es comprobar cómo el lenguaje inclusivo está jugando malas pasadas que dejan en ridículo (¿aún… más?, ¡nooo!) a muchos adalides que enarbolan banderas pretendidamente feministas, a pesar de ser ellos mismos y su mismidad unos machirulos antológicos, delictivos, algunos incluso otrora perseguidos judicialmente por violadores. Un colmo que ha llegado a su apoteosis más delirante en Nicaragua, con régimen que se declara revolucionario y cuyos des-gobernantes, como tantos otros del mismo vetusto jaez, tienen sumida a la pobre gente que mangonean en la más absoluta miseria, encadenados a la servidumbre del oscurantismo, la violencia y el atraso. Allí, en Nicaragua, que podría ser un lugar tranquilo y hermoso si lo dejaran, están sentados en el trono de la «robolución» una pareja «walking dead» que produce escalofríos, ideológicamente y etc. Él y ella, formando juntos un elle, un «je ne sais quoi». Porque la revolución, como la monarquía, se ejecuta en dinastías que inauguran parejas sentimentales que acaban siendo partners del negocio del poder absolutista. El sandinismo –socialista, antiimperialista, nacionalista, político-militar, ya tú sabes…–, ordena y manda en Nicaragua, aunque a veces su presidente, Daniel Ortega, y su presidenta consorte, vicepresidenta cónyuge y cómplice, Rosario Murillo, están ocupados en sus cosas y ni siquiera tienen tiempo de decretar mucho. Por ejemplo, contra la pandemia del coronavirus la única medida fue promover el 14 de marzo una multitudinaria «Marcha del amor en tiempos del Covid-19». Ortega, un líder (con perdón de los líderes, que alguna vez los hubo) que está por lo menos a la altura moral del rey de Tailandia, celebró el día 1 de mayo saludando «a los trabajadores del mundo y a los trabajadores de la munda». ¡Qué feminista él, qué inclusivo! (El mundo está hecho una pena. Y la munda, también).
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Manipulación intencionada