Opinión

Caminito

Para algunos será un juego, un pasatiempo propio de su frivolidad e ignorancia enciclopédicas. No serán conscientes de que sus decisiones tienen una influencia brutal en las vidas de millones de personas. O sí lo serán, y precisamente eso es lo que les mola. Lo que hace al juego del poder tan interesante y adictivo. Un juego de acción donde ellos siempre ganan. Como esos niñatos que pasan horas encerrados con la play y una pantalla reluciente, destruyendo escuadrones de mercenarios extraterrestres, armados hasta los dientes pero virtuales, mientras en la vida real son incapaces de saltar un charco de la calle sin darse de morros contra el suelo, y solo por ir al súper ya se hacen pupita. Acabar con los discrepantes sería una simple batalla de cifras. Aunque cayeran por millones, daría igual. No serían vidas destrozadas, sino puntos conseguidos en un campeonato con fines delirantes (ellos dirían «sociales» sin embargo y sin vergüenza). Sus enemigos ideológicos semejarían zombies, no individuos humanos que piensan, sufren y mueren de verdad. Las personas serían datos para ellos. Que se pueden manipular igual que se retocan los balances económicos. No pasa nada. «Quítenme esas vidas de ahí para ponerlas allí, en esa columna que está más despejada». ¿Qué pasa? No han estudiado matemáticas tampoco. No saben sumar ni multiplicar, aunque tengan un innato talento para restar y dividir. Para sembrar odio, que tan buenas cosechas les produce. Porque su única consiga es «divide y vencerás». Dirigen nuestras vidas unas gentes que carecen de sabiduría y prudencia, que no han leído ni estudiado nada. Cada día muestran y demuestran que su bagaje cultural está formado por cuatro series de televisión malas, que han visto en compañía de unos amiguetes y unas birras, aunque estén convencidos de que esas horas de asueto mostrenco equivalen a aprenderse las obras completas de Leibniz y Kant. Eso sí: están imbuidos de un ardor revolucionario propio de bachilleres (y es mucho suponer que hayan aprobado merecidamente los nuevos bachilleratos), de una lozana pubescencia que impresiona, a pesar de que tienen ya las gónadas del color de una hormiga veraneando en Benidorm. Con la mancebía y estolidez típicas de la pubertad de su climaterio, tales alhajas no suelen detenerse hasta dejar a todo el mundo bien encauzado. Camino de perdición.