Opinión

Avaricia

Antes de la pandemia, Lagarde –especialista en altas instituciones mundiales, profesional de lo suyo, sempiterna gestora de los destinos de la masa indiscriminada mundial–, ironizó en Davos haciendo lo que hubiera sido un chiste quizás en boca de otra persona(lidad): «Las tres cuestiones que movilizan el mundo son el sexo, el miedo y la avaricia, de las cuales solo las dos últimas pueden tener efectos sobre el medio ambiente». Añadió que el miedo a una catástrofe climática está muy presente en la opinión pública. Aunque, como hemos comprobado, el miedo climático se olvida enseguida cuando azota una pandemia. Nos produce más terror que el mundo natural acabe con nosotros que la posibilidad de que nosotros destruyamos al mundo natural. También dijo que la avaricia está en las grandes corporaciones que no son ecologistas ni se toman en serio el medio ambiente. Lo que decía Lagarde, además de no tener gracia, tampoco es cierto, ya que el sexo sí perjudica al medio ambiente: lo evidencia un planeta superpoblado y deteriorado por la contaminación, la fealdad y la basura que generan unos ocho mil millones de seres humanos (que no han nacido por esporas). Pero lo que la mayoría poseemos –la verdadera propiedad de la gente común– sí se reduce al sexo y al miedo. Solo eso. En cantidades variables, según seamos más o menos afortunados: más sexo y menos miedo; o más miedo y poco o ningún sexo. Porque la avaricia únicamente está al alcance de las personas que tratan con Lagarde a diario, no del resto. La avaricia no es para el vulgar de los mortales. Un vecino cualquiera se muestra tacaño por cuatro perras, mientras los ricos y poderosos aplican su avaricia sobre cantidades inimaginables para el contribuyente medio. La avaricia se define como un deseo desordenado de poseer más allá de los límites razonables y la vemos cuantificada en las noticias sobre corrupción. Personajes acaudalados que acumulan riquezas al estilo de los faraones antiguos. Quizás calculando, como los faraones, que podrán llevárselas con ellos al Más Allá. Y, desde luego, siempre Más Allá del Fisco. Y es que vivimos una época en que necesitamos poderosos dirigentes comprometidos con la ética de la responsabilidad, pero solo tenemos profesionales de la avaricia o del disparate con la conciencia en modo avión.