Opinión

Un dinero que no existe, todavía

Pedro Sánchez consiguió en Bruselas un dinero que no existe, todavía, aunque existirá. El presidente toleró sin sonrojo el algo obsceno aplauso y pasillo, nada espontáneo además, con el que le recibieron sus ministros –incluidos Iglesias y su tropa– al regreso de la cumbre europea, como si fuera un general romano que volvía victorioso, pero sin el esclavo al lado que le susurrase «recuerda que eres mortal». El inquilino de La Moncloa, tantas veces al borde del precipicio, y tantas veces triunfador cuando todo estaba en su contra, quizá lo ha olvidado y nadie se lo dirá a su alrededor. Todo lo contrario. Sánchez y su equipo saben que, salvo cataclismo incluso superior a la pandemia, tienen la legislatura asegurada y tres años y medio son muchos para ejercer el poder, disfrutarlo y trabajar para conservarlo, el gran objetivo de cualquier político. El que los famosos 140.000 millones vayan a llegar a cuentagotas a partir del próximo año, con condiciones y que en términos netos se reduzcan a la mitad, son detalles clave que quedan perdidos en la euforia y propaganda gubernamental.

El acuerdo de la Cumbre Europea es, a pesar de lo manido del término, histórico y muy bueno, primero para el proyecto europeo y, en segundo lugar, para España y para el resto de países. Sin embargo, contiene letra pequeña, que no reduce su valor, pero coloca a cada uno en su sitio. España, sin el pacto europeo, estaría condenada a la quiebra, pero el dinero de Bruselas tampoco garantiza la recuperación de la economía española, que habrá que trabajar día a día. Además, la llegada de las ayudas será un proceso largo y laborioso.

La Comisión Europea no tiene los 750.000 millones que repartirá entre los diferentes países. Significa que hasta que no los consiga no puede empezar a distribuirlos. La Unión Europea –es la gran novedad– se endeudará, de forma solidaria, y pedirá ese dinero en los mercados, según un calendario que abarca de 2021 a 2027 y que en 2021 prevé llegar a 125.000 millones, de los que una parte – quizá 18.000 millones– vendrán a España que, a su vez, también deberá contribuir más a las cuentas europeas y ahí se quedarán parte de los 140.000 millones. Al final el Reino de España –es la denominación oficial, aunque le pese a Iglesias– podría recibir un total neto de unos 80.000 millones, el 70% hasta 2023 y el resto después. Es una cantidad mareante que garantiza que España no quebrará y que tiene otra oportunidad, pero que deberá aprovechar. Es un dinero que no existe y que por eso tardará en llegar, pero que existirá. Esa es la realidad.