Opinión

«Le» Covid

Dijeron: «Usar mascarilla no es nada recomendable». Y después añadieron: «Si no usas mascarilla, te multaremos con 100 euros. Usar mascarilla es obligatorio incluso cuando en Julio camines a solas por la tundra manchega, a 45 grados, rodeado únicamente de alguna lagartija soñolienta». Nos dijeron: «Es una simple gripe, sal a la calle y reúnete con tus congéneres infectados de forma multitudinaria». Y después, añadieron: «Se trata de un virus mortal. Está prohibido salir de casa, bajo riesgo de multas de 601 a 10.400 euros. No pueden salir de casa ni siquiera los que no tienen casa». Nos dijeron: «Se puede viajar». Y luego: «No se puede mover nadie. Tienen ustedes suerte de que les permitamos ir del dormitorio al baño». Nos dijeron: «Es un virus llamado ‘el’ Covid-19». Y luego: «Se trata de ‘la’ Covid-19” (de modo que yo he decidido llamarlo ‘Le’ Covid-19). Dijeron: «Este es el número de muertos por la pandemia». Y luego: «Hay menos muertos». Y después: «Son muchos más muertos». Y más tarde: «No sabemos cuántos muertos hay». Nos dijeron: «Es obligatorio usar guantes». Y después: «Los guantes contagian más que previenen». Dijeron: «Debes desinfectar la compra. Tienes que rociar incluso el pan recién horneado con líquido desinfectante». Y después: «El desinfectante es malo si se ingiere». Dijeron: «Lo dicen nuestros expertos científicos». Y después: «Nunca hubo expertos. Ni científicos». Dijeron: «Podemos tener una vacuna (¡cubana!, pero podrían haber dicho “ruandesa”…) dentro de pocos meses». Y luego: «Para que una vacuna sea segura debe ser sometida a años de pruebas para evitar efectos secundarios adversos y terribles». Dijeron: «El medicamento Fulanol es estupendo contra el virus». Y luego: «El Fulanol mata más que el virus»… Etcétera. Llevamos demasiados meses recibiendo instrucciones, políticas y científicas, que son desmentidas acto seguido por la misma autoridad que las estableció, sin que ésta aclare por qué, o a qué se debe ese cambio radical, o pida disculpas por la órdenes equivocadas, las informaciones falsas, las recomendaciones anticientíficas… Ciertamente, todos nos hemos enfrentado a unas circunstancias nuevas y aterradoras, sin precedentes, pero una temeraria improvisación, o seguir el modelo chino –cuando el problema ha venido de China–, no parecen haber sido la mejor solución. Porque el problema nunca puede ser la solución. Por mucho que las autoridades (¿competentes?) se empeñen.